Relatos del Mundo Warcraft: Elkam Plenilunio
#1
Abhisan
Lun, 11/09/2023 - 22:47
Recupero un viejo relato olvidado en un cajón de mis tiempo de jugona de wow. Lo escribí para un concurso de mi hermandad Notorius Enigma y los protagonistas (excepto el mago) son mis personajes con los que jugaba. Me entró añoranza.
Elkam Plenilunio
Elkam se envolvió en su capa para protegerse del frio de la noche. Añoraba los cálidos bosques de Vallefresno, su tierra natal. El invierno se acercaba y las noches eran cada vez más gélidas.
Elkam era alto y ancho de espaldas como la mayoría de los guerreros de Darnasus. Portaba dos espadas a la espalda. Sus hojas eran largas, estrechas y muy afiladas. Ligeras de manejar, flexibles y a su vez extremadamente resistentes. Se las había comprado a un extraño vendedor ambulante tras mucho insistir y muchas cervezas. El comerciante contó que esas “Katanas”, así las llamó el tipo, habían sido forjadas en tierras ignotas y eran piezas extraordinarias. Sin duda lo eran para el guerrero elfo.
Cruzó el patio en dirección a la torre oeste. No hacía mucho que lo habían nombrado capitán de la guardia de aquel puesto fronterizo.Al llegar a lo alto de la torre, el vigía allí apostado lo saludo con respeto.
- ¿Alguna novedad?- preguntó Elkam.
- No capitán, aunque parece que tendremos niebla esta anoche.
El capitán escrutó el horizonte y observó como la bruma que se formaba parecía avanzar hacia ellos. Volvió a bajar y ordenó que cerraran las puertas.
La temperatura bajo de forma súbita. Finos copos de nieve empezaron a caer. Elkam los contempló con fastidio y maldijo para sí. Oyó a su espalda que alguien le llamaba, era Hykram, su hombre de apoyo y mejor amigo.
- He pensado que te vendría bien algo caliente- le ofreció un tazón de caldo humeante.
- Lo que realmente me sentaría bien es el calor de los muslos de Suna- Contestó con nostalgia.
-¡No hables así de mi hermana!- exclamó Hykram enfadado.
Elkam se echó a reír; le divertían los celos de “hermano mayor” que le entraban a su amigo cada vez que hablaba de su relación con ella.
-No he dicho nada malo. Es la verdad- El guerrero no paraba de reír ante la cara de irritación de su amigo.
-¿No te había mandado a paseo? ¡Olvídate de ella!
Elkam dejó de reír y torció el gesto, se llevo la taza a los labios- Cambiará de parecer cuando vuelva a Darnasus.
Hykram abrió la boca para seguir con la reprimenda pero la cerró de pronto. Los dos amigos se miraron alarmados, ambos lo habían oído: el sonido inconfundible del silbar de una flecha, el impacto y el golpe sordo de un cuerpo al desplomarse.
De inmediato la campana de alarma de la torre oeste comenzó a sonar, segundos después otra flecha la hizo callar.
-¡Ve a la torre! ¡Corre!- Le ordenó Elkam mientras salía disparado a dar la voz de alarma.
Hykram subió los escalones como un rayo. Al llegar arriba vio a su compañero centinela muerto. Una flecha le había entrado por debajo de la mandíbula atravesándole el cráneo. Se asomó con cautela y gracias a su aguda visión pudo distinguir a todo un batallón moviéndose torpemente entre la inusual niebla muy cerca de las puestas.
Algo se movió a su espalda, se giró rápidamente. Contempló horrorizado como el centinela se levantaba. Era imposible que alguien con semejante herida estuviera vivo. El soldado muerto sacó la espada de su cinto y lo atacó. Hykram lo esquivó por poco, la conmoción casi le tenía paralizado. El centinela volvió a la carga y esta vez casi logró su objetivo alcanzándole en un brazo. Era difícil moverse en un espacio tan reducido. Hizo otra finta agarrando al soldado por el brazo empujándolo contra una de las vigas. Sacó su daga y se la clavó en la espalda sin ningún resultado. ¡Qué idiota, no se puede matar lo que ya está muerto! Ese funesto pensamiento le bloqueaba. Oyó a Elkam en el patio gritando órdenes. El jaleo le sacó de su estupor justo a tiempo para aprovechar la inercia de su atacante y tirarle por la baranda abajo.
En la otra torre, el centinela también con una flecha mortal atravesándole la garganta, estaba en píe disparando contra sus compañeros del patio con puntería mortífera.
-¡Abatidle, maldita sea!- gritó el capitán Elkam a los desconcertados arqueros.
El centinela de la torre este, sin duda debía ser víctima de algún hechizo de control de masas, o al menos eso pensaron. Había abatido a los soldados apostados en la puerta norte del fuerte y a los compañeros que habían subido a detenerle. Por más flechas que le clavaban este no parecía cejar en su empeño asesino.
Hykram llegó corriendo a la posición de su capitán. El tremendo sprint le había dejado sin aliento.
-Enemigo a las puertas- pudo decir mientras intentaba recuperar el resuello.
-¿Cuántos son? ¿A qué distancia?- le apremió Elkam.
-Elkam…..el centinela…..muertos…..se levantan- Hykram intentaba hablar entre jadeos.
Elkam lo miró sin comprender; de pronto un soldado gritó “¡Capitán, las puertas!” Dirigió la mirada hacia ellas y comprendió de inmediato lo que quería decir su amigo: Los soldados que hacia escasos momentos yacían muertos sobre la fina capa de nieve se habían levantado y comenzaban a abrir las puertas del fortín.
-¡Detenedles, deprisa!- Su reacción fue rápida, desenvainó sus dos katanas y salió de su parapeto sin importarle que el centinela poseído siguiera lanzando flechas- ¡Quiero un grupo de arqueros en cada atalaya! Hykram, acaba con ese bastardo de la torre. ¡¡Defended las puertas!! ¡¡Moveos!!
Nada podía haber preparado a aquellos soldados de la Alianza para enfrentarse a semejante enemigo.
Las puertas cedieron y dieron paso a un ejército de cadáveres andantes en diferentes grados de descomposición. Alguno no eran más que huesos unidos por jirones de carne seca. Su mera visión era perturbadora.
La primera carga fue brutal. Muchos defensores cayeron incapaces de reaccionar ante tan horrenda visión. A pesar del desconcierto inicial los soldados lucharon con fiereza frenando la incursión del enemigo en el patio.
-¡¡No vaciléis!! ¡¡Desmembradlos!!- Las katanas de Elkam cortaban los cuerpos putrefactos como si fueran mantequilla. La única manera de pararlos era cercenar miembros.
A medida que luchaban el caos empezó a apoderarse de la vanguardia de defensores. Los soldados caídos se levantaban y combatían contra sus compañeros vivos. Un golpe devastador para las fuerzas defensoras. Por cada soldado de la Alianza que moría, el ejército profano ganaba un nuevo combatiente.
Un asaltante esqueleto se abatió sobre el capitán. Con una finta lo esquivó cortándole un brazo con una katana y con la otra le mutiló las piernas. Sin perder tiempo pisó el brazo del cuerpo desplomado que aún se agitaba furioso y de una patada se lo arrancó.
Sus hombres perdían terreno con mucha rapidez. Por más enemigos que derribaban no parecía hacer mella entre los atacantes. No había más opción que resistir y ganar tiempo.
Buscó a Hykram entre los combatientes. Lo llamó a gritos mientras corría hacia la torre de vuelo. Los dos se encontraron a los pies de la torre y se refugiaron dentro.
-Quiero que cojas el vuelo y alertes al bastión - le apremió Elkam.
-¡No! ¡Yo me quedo contigo!-Hykram rectifico ante la hosca mirada de Elkam- Quiero decir…que puede hacerlo cualquier, yo soy más útil en combate y lo sabes. ¡Déjame luchar contigo!
No le faltaba razón y el guerrero elfo lo sabía. Hykram era más bajo y delgado que el resto pero lo suplía con creces con su tremenda agilidad y celeridad. Era tan sigiloso y letal con sus dagas como una serpiente.
Elkam miró hacia fuera mientras Hykram seguía suplicándole que le dejara luchar a su lado. Volvió a sopesar la situación. Les estaban masacrando. El ataque inicial había dejado a sus hombres sin capacidad de reacción y la intensa lucha les estaba llevando al límite de sus fuerzas. Él mismo estaba exhausto y malherido. La hoja de sus espadas se habían roto aunque todavía conservaban el suficiente largo para ser mortales.
Pronto acabaría todo.
- No es momento para cuestionar mis órdenes- su tono fue tajante-¡Vé!
"Si tu mueres yo muero contigo" Quiso decir Hykram, quiso decirle tantas cosas que jamás se había atrevido a decirle...pero lo único que salió de su boca fue -Si capitán.
Hykram llegó a la plataforma de vuelo donde el hipogrifo graznaba y coceaba alterado por la contienda y los olores a sangre y muerte. Tardó un buen rato en calmar al animal y conseguir ponerle la silla, entonces reparó en que el fragor de la batalla había cesado. Le dio un vuelco el corazón y se asomó.
El combate se había de tenido. Solo quedaban en el patio el capitán y puñado soldados rodeados por la horda de cadáveres.
El comandante de las huestes se abrió paso seguido de otro individuo de igual aspecto; Un caballero vestido con una armadura negra adornada con calaveras y colmillos. Contempló al reducido grupo que no cedía en su empeño de defender el paso. Levantó un brazo en dirección al grupo y una mano invisible agarró a Elkam por el cuello y lo levantó en el aire. Los soldados se lanzaron a defender a su capitán pero no tenían la menor oportunidad. Fueron aniquilados.
El siniestro caballero se acercó con parsimonia mientras desenvainaba su acero. La espada brilló con los primeros rayos del sol haciendo que las runas inscritas en su hoja refulgieran con más intensidad. Y sin más miramiento atravesó con ella el pecho del elfo que seguía luchando por soltarse.
-Admirable- dijo el caballero de la muerte sin ningún rastro de emoción en su voz. Observó como Elkam exhalaba su último aliento en el suelo y su sangre teñía la nieve de rojo.- Llevad a este al bastión de Ébano. Lucha bien.
--o---
Notorius Enigma.
Elkam tomó asiento en la taberna de Dalaran, sacó pergamino, tinta y pluma. Había trascurrido varios días desde el último ataque de la legión y comenzaba a sentirse bastante tenso. La inactividad le pasaba factura. “El regalo” que había dejado el Rey Exánime a los caballeros de la muerte empezaba a manifestarse. El anhelo de matar y el ansia por sentir el calor de la sangre entre los dedos, si no la saciaba, se trasformaba en dolor físico. Un dolor que a veces era difícil de llevar, realmente difícil.
Necesitaba distraer su mente de aquella maldición. Mojó la pluma y puso toda su atención en el glifo que estaba perfeccionado. Una oleada de dolor le golpeó sin previo aviso. Apretó el puño con tanta fuerza que rompió la pluma estropeando el pergamino. Cuando la punzada pasó tomó aire y lo exhaló mascullando una maldición.
- ¡Maldito seas Arthas!
Recogió todo con fastidio y se levantó. Tendría que buscar otra manera de calmar el dolor. Quizás en los bajos fondos.
Al pasar junto al tablón de anuncios, una nota se desprendió de este y fue a parar justo a sus pies. Llamó su atención la pulcra caligrafía. Recogió la nota que estaba bastante manoseada y la leyó. Parecía un buen pasatiempo. Hablaba de un misterio a resolver escondido en un mapa y de salvar Azeroth. Se citaba a los interesados en aquel mismo lugar aunque varios días atrás. Conocía al firmante del escrito.
El primer día que visitó la biblioteca de Dalaran, sus pesadas botas y el repiqueteo de la armadura habían perturbado la paz del recinto nada más entrar. Aquel muchacho se le había acercado por la espalda al trote recordándole e invitándole a dejar sus armas a la entrada del edificio. Pedirle a un caballero de la muerte que se desprendiera de su hojaruna era como pedirle a un mago que se cortara las manos. Superado el primer encontronazo los dos habían coincidido en su pasión por los libros y los escritos antiguos.
-o-
Athelstad recogió la pila de libros de la sala de lectura y comenzó a colocarlos de nuevo en las estanterías. No dejaba de darle vueltas a la cabeza. Había acudido gente a su llamada; si pero la mayoría lo habían hecho para reírse en su cara. Los pocos que había mostrado interés eran eso: pocos.
Muy pocos para una empresa tan grande. Necesitaba más gente que compartiera su convicción. ¿Pero cómo hacer para que se le uniera más gente? ¿Cómo reclutar nuevos héroes?
Terminó de colocar el último libro y se volvió para seguir con la tediosa tarea. Tan absorto estaba en sus pensamientos que de repente fue como darse de narices contra un iceberg. El choque le hizo retroceder hasta golpearse la espalda contra la estantería. Se encontró mirando a un ancho pecho vestido con una coraza negra y el tabardo de los caballeros de la espada de ébano.
A pesar de haber hablado varias veces con Elkam, no podía evitar la impresión que este le causaba. Más tratándose de un elfo de la noche que le sacaba al menos tres cabezas y le erizaba todos los bellos de su cuerpo cuando estaba cerca y teniendo en cuenta que la resurrección del caballero estaba ligada a la escarcha, literalmente helaba el aire a su alrededor.
- Hola muchacho - dijo el elfo tendiéndole la nota - Háblame de esto.
Athelstad se recompuso la toga y recuperó el aliento. Había estado tan abstraído en sus divagaciones que no se percató de su presencia. Indicó al elfo que le siguiera a otra sala donde poder hablar sin ser molestados.
- El texto es ambiguo. Se puede interpretar de muchas formas - dijo Elkam después de haber estudiado el manuscrito que Athelstad le había mostrado- Esto parece escritura rúnica muy antigua.- señalo unas marcas que recorrían el borde del mapa.
- ¿Sabes qué dice?
- No.
- ¿Podrías traducirlo? – Un atisbo de esperanza nació en el joven mago. Si un oficial de los caballeros de ébano se unía a su búsqueda sería algo bueno, realmente bueno.
- Podría- contesto Elkam con tono indiferente – Pero necesitaras un experto que descifre el mapa.
Las esperanzas de Athelstad se volvieron a desinflar.
- ¿Conoces alguno? - preguntó tímidamente.
- Tal vez.
-o-
El joven mago apretó el paso, le costaba seguir las zancadas del elfo. Caminaron hasta llegar al otro extremo de la ciudad donde se hallaban la mayoría de los establos. Elkam entró en uno de ellos donde se encontraba una mujer elfa de cabello plateado. Esta cepillaba con mimo a un enorme lince rojo que ronroneaba como si fuera un inofensivo gato doméstico. La entrada de los dos hombres la sorprendió. Athelstad observó que la mujer parecía incomoda con la presencia del exánime si bien era evidente que se conocían.
Después de las debidas presentaciones el muchacho le tendió el pergamino. Ella lo estudió con creciente interés. Sunagami era una experta exploradora y su gran pasión, después de sus bestias, eran los mapas.
- Recuerdo este mapa - dijo ella devolviendo el documento al joven - Creo que tengo la copia en mi estancia. Seguidme.
La estancia de Sunagami estaba amueblada con estanterías atestada de cachivaches y manuscritos cartográficos de todo tipo. Elkam las examinó mientras ella rebuscaba el mapa en cuestión. Le llamó la atención un colgante sobre unas cartas antiguas. Lo reconoció. Era un regalo suyo. A su memoria acudió un viejo recuerdo de cuando fueron amantes, pero como todo lo de su vida anterior, le resultaba ajeno. Como si aquellas vivencias fueran de otra persona. Cuando levanto la vista sus miradas se cruzaron.
Sunagami esquivó sus ojos de un azul glacial y volcó su atención sobre el mapa. El Elkam que había vuelto de Corona de Hielo a menudo le resultaba un completo extraño. No quería pensar en eso, ahora no.
Desplegó el plano encima de la mesa aclarándose la garganta.
- Lo que tenemos aquí es lo que en criptogeografia se conoce como “notorious enigma”
- ¿Qué es un notorius enigma? - peguntó el joven sentándose
- Pues algo que es notorio, obvio en el mapa. Que está ahí. Sabes que está ahí pero no está. Algo que sin estalo está y por lo tanto es un enigma - dijo ella asintiendo convencida de su explicación.
- Estoo… - El joven mago intentó no sonar demasiado bobo - No he entendido nada.
- ¡Exacto! - exclamó la elfa dándose una palmada en el muslo mientras asentía satisfecha.
El muchacho miró a Elkam en busca de un atisbo de comprensión. Este estudiaba las runas del mapa ajeno a la conversación.
-Si necesitas una exploradora estas en el sitio perfecto, tengo todos mis logros de exploración reconocidos - Sacó de la estantería un rollo de pergamino que al desplegarlo llegó hasta el suelo - Exploración de Azeroth y este es el más reciente – cogió otro pergamino y se lo tendió - Exploración de Draenor.
Athelstad le invadió el entusiasmo. Si cada una de las personas que habían acudido a su llamada aportaba una visión al asunto, sería genial.
- ¿De cuánto dispones? – pregunto Elkam.
- ¿Cuánto? ¿Cuánto de qué? - respondió Athelstad desconcertado.
-¿Cuantos recurso dispones para esta campaña?
- ¿Campaña? ¿Qué campaña? Yo…yo – comenzó a tartamudear - Yo… no tengo dinero. ¡Solo soy un estudiante!
- Lo suponia - Reprendió Elkam con desdén girándose en redondo hacia la puerta.
- Pero…pero… ¡No se trata de dinero! ¡Se trata de salvar nuestro mundo! – Alegó el mago viendo como es esfumaba el que podía ser uno de sus fichajes más potentes y además experto en runas.
Haciendo caso omiso el elfo abrió la puerta y se detuvo. Sin girarse del todo le habló a Sunagami.
- Suna- hizo una pausa - He encontrado a tu hermano.
La elfa se levanto de repente.
- ¿Está…?- no se atrevía a pronunciar la terrible palabra.
- Vivo… Entre los Illidari – y se marchó sin más.
Ella se dejó caer el asintió sin decir nada.
- No nos va a ayudar - dijo Athelstad consternado.
- Si lo hará – el rostro de aquella bella elfa se había ensombrecido - Elkam siempre ha sido una persona generosa aunque muy cabezota - Bajo la mirada perdida en algún recuerdo que manifestó en voz alta - A menudo me sacaba de mis casillas pero luego no paraba hasta hacerme reír. Me niego a pensar que nada de eso queda bajo esa… capa de hielo.
“¡Pero qué dices mujer! ¡Estos tíos son un puñado de psicópatas sin sentido del humor. No sienten ni padecen y además huelen mal! Aunque este no huelo mucho. Se ve que fue un muerto bastante fresco.”
Athelstad apretó los labios y desechó ese pensamiento antes de que saliese de su boca. No era el momento.
- No nos va a ayudar - repitió
- Lo hará. No te preocupes.
- ¿Cómo estás tan segura?
- Se ha llevado el mapa - Dijo ella con una triste sonrisa.
-o-
Sunagami llegó al alto de Krasus preguntándose lo mismo que se había estado preguntado todo el camino: ¿Por qué? ¿Por qué Hykram había elegido ese camino?
Sabía que la muerte de Elkam le había dejado destrozado y que las cosas en Terrallende se habían torcido separándolos pero… ¿Por qué? ¿Por qué unirse al traidor?
Suna se acercó a uno de los dos Illidari que guardaban el acceso al campamento. Su aspecto era desagradable con aquellos cuernos, los ojos inyectados en el fulgor de magia vil y sus pieles escamosas cubiertas de tatuajes.
- ¿Qué buscas mujer? - exclamó este.
- Busco a Hykram VeloNiebla, se encuentra entre los vuestros.
- ¿y quién le busca? - Pregunto el otro con tono amenazante.
- Sunagami – respondió ella sin amedrentarse.
Llevaba un buen rato sentada en el banco, mirando al suelo, sumida en sus pensamientos. Después de tantos años de búsqueda y dolorosa incertidumbre, de no saber si estaba vivo o muero. ¿De verdad se había convertido en uno de esos engendros? Preferiría que estuviese muerto. ¿Realmente lo prefería? No lo sabía. Necesitaba verle. Verle y oírlo de su boca: ¿Por qué?
Oyó su nombre en un susurro. Se levantó de inmediato y allí estaba su hermano, delante de ella. De su cráneo sobresalían unos pequeños cuernos. Llevaba los ojos vendados con una venda de lino. Su piel se había vuelto oscura y áspera cubierta de tatuajes de un rojo intenso.
- Hykram…¿porqué?- Suna fue incapaz de decir otra cosa.
- Creí que… - Hykram tuvo que interrumpirse. Otra vez la dolorosa imagen en su cabeza de él sin poder hacer otra cosa que rozar las yemas de los dedos de su hermana y contemplar cómo ella se precipitaba al vació.
Su demonio interior siempre estaba al acecho para atacarle e intentar destruirle. Era una lucha constante. Descubrir que las dos personas que más amaba no estaban muertas le había proporcionado a su demonio dolorosos recuerdos y emociones que usar como arma. La primera vez le cogió con la guardia baja pero ya no. Hizo una pausa para volver a desterrar al demonio y continúo hablando con un tono sereno.
- Te di por muerta. No tuve valor para buscar tu cadáver y ver tu cuerpo destrozado contra las rocas. El dolor de haberos perdido a los dos me hizo perder el juicio. Por eso hui. No sé cuánto tiempo estuve deambulando por Terrallende hasta que los Illidari me recogieron. Ellos me enseñaron a transformar ese dolor en furia y me dieron una razón para seguir luchando.
Ella lo miraba sin comprender mientras se tapaba la boca con la mano. Hykram no esperaba otra cosa que no fuera repudio y dio por hecho que no había más que decir. Hizo una pequeña reverencia dando un paso hacia atrás para marcharse.
- Lamento el dolor que te he causado y te pido perdón.
Antes de que él se diera la vuelta, ella le rodeo el cuello con sus brazos y le abrazó con fuerza. No le importó que su piel fuera dura y áspera ni que su cuerpo estuviera tan caliente que parecía febril. Por fin había encontrado a su hermano.
- Te he buscado por todo Azeroth durante años - dijo ella entre sollozos - incluso le pedí a Elkam que te buscara - Se separó de él con suavidad - Él es un exánime. ¿Lo sabes?
Hykram asintió.
- Nos vimos a mi llegada a Ventormenta. Él me dijo que no habías muerto. ¿Pero como...?-De súbito miró hacia el cielo. Se quedo congelado un breve instante, susurró - Demonios.
- ¡Márchate, corre! ¡Busca un lugar seguro! - le grito mientras se alejaba de ella a paso ligero.
El aire vibró y todas las alarmas de Dalaran comenzaron a sonar de forma intermitente. La barrera mágica empezó a levantarse.
Suna se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y se marchó a toda prisa. Tenía que llegar a los establos y poner a salvo a sus bestias. La multitud de civiles que corrían a refugiarse en los bajos fondos le retrasaron la marcha. Cuando ya por fin estaba dejando la muchedumbre atrás alguien la agarro del brazo.
- ¿A dónde vas? - le increpó Elkam con tono imperativo.
- A los establos, tengo que sacar a mis bestias - respondió ella.
- No. Tienes que dirigirte a refu…¿¡¡Pero qué haces!!?- exclamó exasperado.
Sunagami había cogido el mástil de una bandera que adornaba una de las fachadas y le estaba pegando enérgicos tirones hasta que consiguió arrancarla de la pared.
- ¡No iré a ninguna parte sin mis bestias! - exclamo blandiendo el mástil a modo de lanza.
Elkam frunció el seño y resopló, seguía siendo la misma mujer obstinada de siempre.
Después de despachar a varios demonios por el camino, ambos llegaron a una bocacalle que daba a la plaza de los establos. De súbito el aire vibró y una explosión resonó en la plaza. Un infernal había caído muy cerca de los edificios incendiándolos.
Suna quiso ir corriendo al establo pero Elkam la sujetó.
- ¡Está ardiendo! ¡Tengo que sacarlos! - exclamó ella suplicante.
- No puedes acercarte con ese infernal ahí - Elkam observaba la plaza analizando la situación.
- ¡Morirán si no los saco! - hizo el intento de salir corriendo de nuevo.
Elkam la agarro con fuerza del brazo y la empujó contra la pared.
- ¡Sunagami! ¡Si haces que te maten de forma estúpida, te aseguro que levantaré tu cadáver como uno de mis esbirros!
- ¡No serás capaz! - exclamó Suna indignada.
- Ponme a prueba - Respondió él soltándola con brusquedad. La había agarrado con tanta fuerza que le dejó los dedos marcados.
Ella hizo un mohín y se frotó el brazo dolorido. No hubo más protestas, era consciente de que la situación no daba lugar a discusión.
- Quédate aquí hasta que esté despejado. –Elkam irrumpió en la plaza hojaruna en mano y comenzó a gritar - ¡Eh, monigote verde! ¡Montaña de moco! ¡Ven a luchar con alguien de tu talla!
El infernal comenzó a moverse lentamente hacia el caballero que consiguió captar su atención.
“¡Venga, venga! ¡Muévete maldito!” La desesperación de Suna crecía viendo como las llamas alcanzaban al establo. Una sombra se movió por el tejado. Su lince había conseguido escapar pero los demás seguían atrapados. No podía esperar más. Los gritos de los animales la llenaban de angustia. Se acercó con sigilo y entro en el establo. Comenzó a abrir todas las puertas de los recintos. El último en salir fue su lobo que había abierto un gran agujero en su puerta a mordiscos. Cogió su arco que colgaban de la pared y corrió de nuevo a la plaza con el lobo a su lado. Solo tuvo que dar un fuerte silbido para que su puma acudiera también.
Fuera, otros combatientes tanto de un bando como de otro se habían unido a la lucha. Suna silbo y señaló a un manáfago. Sus dos bestias se abalanzaron contra el demonio mientras ella disparaba flechas hasta abatirlo. Se lanzo a la carrera para volver a tomar posición. Otro silbido, otro objetivo. Su disparo certero atravesó la garganta del demonio que pretendía decapitar a uno de los defensores.
Se retiró brevemente de la batalla para atender un feo corte que su lince tenía en el lomo. No perdía ojo de la lucha contra el infernal.
Elkam y su hermano luchaban codo con codo como en los viejos tiempos. Vio a Hykram transformase en una oscura figura alada que expulsaba un haz vil por los ojos. Una porción de suelo alrededor de los pies de Elkam se volvió de un rojo ocre como la sangre y toda la vegetación dentro del área se marchitó. Un desdichado roedor que huía entró en el área y cayó fulminado. La descomposición del pequeño cadáver fue inmediata.
“No. No era igual que en los viejos tiempos. Ellos no eran los mismos y nunca volverían a serlo” pensó Suna mientras tensaba su arco con rabia. Esa interminable guerra contra la Legión Ardiente había cambiado sus vidas de forma cruel. Volvió a la lucha disparando con más furia que antes.
Todos los ciudadanos de Azeroth tendrían que pelear para evitar que Sargeras acabara con su mundo. No lo podían permitir. Aprovechar cualquier cosa que supusiese una ligera ventaja era fundamental. Rendirse no era una opción. Y si el mago estaba en lo cierto, ella haría lo posible por hacer notorio el enigma del mapa.