Al delfín que perseguía le lanzó un rayo congelante que fue alcanzándole a través del agua hasta tocarle la cola, momento en el que Bochi detuvo su magia para no congelarlo del todo, se aproximó buceando poco a poco hasta él y le dijo que si se portaba bien lo descongelaba.
El delfítico movió el morro para confirmar que había comprendido y respondió en muysccubun, pero con acento raro y bajo el agua distorsionado, que no intentaría escapar.
La ciudad de Ticiale estaba construida con unas plantas translúcidas que permitían pasar la luz que llegaba desde la superficie, era algo impresionante, el delfítico le condujo hacia la entrada principal, que para sorpresa de Bochi no tenía ningún guardián, que ella viese.
Tras entrar se toparon con un estanque del que se podía salir por unas escaleras y había aire respirable y cultivos para alimentación en los que trabajaban varios tikunas.
Bochi comprendió que un ejército invasor normal al llegar hasta allí tampoco tendría mucho que hacer, pero ella no era un ejército normal y había visto una debilidad en el diseño de la ciudad, ya que un ejército debería librarse de las armaduras pesadas para llegar nadando hasta allí, pero ella gracias a la magia había podido acceder con su armadura pesada, pero la debilidad estaba en el material de construcción de la ciudad, unos magos mediocres podrían destrozar las paredes y el agua acabaría inundando todo.
Le dijo al hombre que fuese a buscar a su jefe y que viniese solo o que congelaría todos los cultivos de esa zona, y si eso no era suficiente, haría boquetes en el edificios traslúcido y comenzaría a entrar agua y más agua y deberían reconstruir la entrada principal si no más edificios.
El delfítico se transformó en humano y tragando saliva se fue a buscar a su jefe a trote ligero.
No tardó en aparecer Geofre, un delfítico de dos metros ochenta centímetros, Bochi apenas llegaba al metro setenta y cinco centímetros, pero estaba acostumbrada a estar rodeada de orcos y gigantes, un hombre delfín no suponía una sorpresa o la generaba intranquilidad alguna.
—Bienvenida a nuestra ciudad Ticiale—dijo el hombre delfín que llevaba el típico sombrero de copa de su pueblo y una enorme cicatriz cerca de su ojo derecho.
Bochi que estaba notando una magia de atracción sexual soltó una carcajada.
—Preciosa entrada a la ciudad, si tienes a bien enseñarme el resto estaré encantada, pero tu magia barata no tendrá efecto sobre mí.
Gofre torció el gesto.
—Bien, permíteme darte una visita guiada, me ha contado mi contacto con los Tikunas que tu magia es demasiado poderosa para contrariarte, y si eres capaz de resistir nuestra magia de atracción no lo dudo.
Tras un paseo tranquilo viendo la ciudad subacuática llegaron hasta la sala de audiencias del emperador Geofre, este se sentó en un trono de madera ricamente decorado con incrustaciones de oro, conchas y esmeraldas.
A Bochi le trajeron una silla de simple madera que solía servir para cuando raramente acudía hasta allí un emisario de los Tikunas.
La mujer explicó lo que eran los elfos y cómo el reino de Gloan se había aliado con los Taikronas y la amenaza que suponía para todo el continente.
También le dijo que había magos elfos que podían reducir esta ciudad subacuática a escombros flotantes en el río, que suponía que los chamanes locales no podían hacer eso, por lo que el imperio Delfiti también estaba amenazado.
Invitó al hombre delfín a subir a la superficie a observar a sus orcos, gigantes y algunos prisioneros elfos y duendes que había traído a la expedición para que con sus propios ojos evaluase el riesgo y si quería aliarse con ella y los muiskas o prefería mantenerse al margen y ganarse la enemistad de Bochi.
Geofre, que había pedido que trajesen comida, ofreció piraña asada y varias frutas y verduras que Bochi no conocía; además, de una bebida amarga llamada cacao. En el plato del anfitrión solo había pescado y carne, parecía ser estrictamente carnívoro.
La mujer comió sin mostrar que la comida no era especialmente de su agrado, pero le pareció oportuno no ofender al emperador en la medida de lo posible.
El delfítico preguntó que qué obtendría de la alianza y qué se esperaba de ellos, si les querían usar de tropas de choque.
Bochi tragó un cacho de piraña que había estado masticando y negó con la cabeza.
—No, no quiero ni que luchéis si es posible.
Geofre la miró atónito.
—No me esperaba eso.
—Os ofrezco mejores armas, con las que espero que hundáis muchos barcos élficos que vendrán para intentar tomar el control de todo el continente, debéis acercaros, hacer unos agujeros a los barcos e iros antes de que sus magos lancen ataques de represalia, todo realizado con nocturnidad y alevosía.
—No suena mal —dijo Geofre, que observaba la armadura y el arma de Bochi—, podrían enseñarme cómo es esa arma preguntó con curiosidad.
Bochi la desenfundó y se acercó al emperador, algunos guardias que estaban ocultos salieron de sus posiciones pero volvieron a donde estaban cuando su emperador emitió un silbido típico de los delfines para ordenarles que se retirasen.
Bochi, que tenía preparados algunos trucos mágicos como bomba de congelamiento o luz cegadora, se los guardó y extendió su espada con el pomo hacia el emperador que la cogió con su gran manaza y comprobó lo pesada que era, luego silbó para que algunos sirvientes trajesen cosas para cortar y empezó a cortar lanzas de madera quedándose asombrado de la capacidad de corte del arma y luego rasgó algunas telas para comprobar que el arma no había perdido el filo.
—Esto las armas de piedra no lo hacen —dijo con cierto aire de asombro—, creo que es posible que tengamos un trato.
Bochi sonrió.
—No te voy a dar armas tan buenas, solo otras mejores que las de piedra, pero no como estas, además son pesadas, pero no creo que para los de tu especie suponga un problema, también partirán madera y seguirán afiladas, no te preocupes por eso, pero las mejores me las guardo para mi reino y mis aliados muiskas.
El emperador se puso serio.
—Bueno, si mejoramos el armamento y frenamos una invasión supongo que tendré que aceptar el trato.
—Una sabia decisión —dijo la humana. Necesitaré todos los soldados delfíticos que me puedas proporcionar y si algunos tikunas entran en el lote también los acepto, os pagaré con algo de oro.
El emperador sonrió.
—Es bueno saber eso, creo que podré añadir doscientos cincuenta delfíticos y quinientos tikunas a cambio cincuenta kilogramos de oro.
Bochi miró hacia arriba y dejó de comer.
—Que sean veinte y aceptaré porque los necesito, pero si tú no quieres aceptar verás hordas de elfos controlando la región.
—Así sea —dijo Geofre—, cuando acabemos de comer iré a ver a esos elfos y duendes tuyos por curiosidad.
Capítulo 7. Doble golpe a Gloan.
Los soldados delfíticos con armas de bronce habían sido desplazados hasta Teknú en un viaje de más de tres meses, desde allí partirían hacia el este para encontrar barcos de Gloan y hundirlos en alta mar, para que no llegasen provisiones ni armas al territorio de los Taikronas y se ahogasen muchos elfos.
No tardaron ni dos meses en empezar a trabajar en el hundimiento de barcos elfos, que a pesar de estar muy bien diseñados, construidos y con buenos materiales, no podían evitar irse a pique cuando los delfíticos con la broca de su berbiquí correspondiente, una herramienta manual para realizar perforaciones, lo giraban a gran velocidad e iban agujereando los barcos.
Aprovechando la nocturnidad cuando en el barco se daban cuenta ya era demasiado tarde, los elfos con su buena mirada sondeaban el mar pero no conseguían descubrir nada, algún mago lanzaba descargar eléctricas al agua o bolas de fuego sin ton ni son esperando que al hervirse el agua donde su bola impactaba con el océano hiriese o matase al enemigo desconocido.
Así durante cinco meses hundieron la nada despreciable cifra de veintiocho barcos, consiguiendo que se ahogasen seis mil elfos y duendes, solo mil consiguieron arribar a costa y fueron recibidos por un furioso Tanibriagg que no comprendía qué sucedía.
—¿Qué acaece con nuestros barcos? —chillaba como loco en el puerto que había levantado en territorio Taikrona, sus oficiales elfos o los pobres taikronas, que eran maltratados día sí y día también, no podían hacer otra cosa más que aguantar el mal humor de su jefe.
El lugarteniente apareció por el puerto, un elfo bajo de apenas dos metros y doce centímetros.
—Señor, un ejército invasor se aproxima a Teyunak, creo que es urgente que enviemos nuestro ejército para mantener la capital de nuestros aliados.
El general elfo con cara de demente observó a su segundo, estuvo a punto de decir algo, pero se calló, hizo un gesto con la mano para que se retirase y se quedó observando las aguas desde el puerto durante cinco minutos en silencio. Luego fue hasta la casa que le habían construido para vivir allí y ordenó a una duende que preparase un té mientras pensaba cómo aprovisionar a su ejército para defender Teyunak, suponía que sería un asedio y debía prepararse lo mejor posible ya que no esperaba refuerzos a corto plazo.
Había capturado algunos territorios a los Zeknú, pero era imperioso llamar a los soldados que dominaba los nuevos terrenos y hacerles volver a tiempo para defender a los taikronas, no porque les tuviese afecto o los considerase buenos aliados, simplemente porque eran sus único aliados en la región y si caían todos los soldados de Gloan allí presentes morían de forma irremediable.
Tras tomarse su té ordenó llamar a su lugarteniente y tratando de aparentar mejor humor le empezó a dar las pertinentes órdenes para llevar soldados y provisiones hasta Teyunak.
Bochi por su parte con una coalición de tropas de sus aliados y su propio ejército estaba usando el camino que los propios elfos habían despejado tiempo atrás para avanzar sin contratiempos hacia Teyunak, encaramada en un gigante y con una esclava duende con la mejor visión de los que había capturado encaramada en el otro hombro del gigante vigilaban constantemente a ver si detectaban enemigos en la distancia.
Sufrieron algún intento de emboscada, que habiéndose detectado a tiempo resultaron muy infructuosos para los defensores taikronas, de los elfos no había señales.
Bochi avanzaba sin prisa pero sin pausa, y con lineas de suministros bien organizadas, constantemente llegaba a su ejército comida y agua.
Ya en las inmediaciones de Teyunak vieron empalizadas de madera, torres de vigilancia de madera en las que había arqueros elfos o duendes y varios fosos para que el ejército invasor no se acercase alegremente, entonces Bochi ordenó detener el avance y comenzar el asedio.
Sus orcos y gigantes comenzaron a talar árboles dejando bosques enteros pelados, iban trayendo hasta las afueras de la ciudad la madera en los carromatos que habían capturado muchos meses atrás y comenzaron a levantar también empalizadas dobles alrededor de la ciudad, iban a cercarla para que los del interior no pudiesen salir.
El general elfo sabía lo que estaban haciendo pero no se atrevía a lanzar un ataque para detener la construcción de las empalizadas, sabía que sufriría muchas bajas y confiaba en tener provisiones suficientes para aguantar durante meses y meses.
Cuando un tramo de empalizada doble estaba completo, el ejército invasor levantaba una colina de tierra entre ambas murallas de madera e instalaba en ellas catapultas que los orcos y gigantes iban construyendo, el saber hacer de los mercenarios era destacable.
El lugarteniente de Tanibriagg le advirtió de las nefastas consecuencias de dichas armas de asedio, pero el general seguía indeciso ante la expectativa de enormes bajas que sufrirían si salían.
Sin embargo, cuando las primeras catapultas comenzaron a lanzar carne podrida hacia la ciudad, el general elfo no tuvo más remedio que salir a la desesperada, las enfermedades no afectarían casi a los elfos, pero si los taikronas enfermaban y eran diezmados esperando solo obtendría una derrota garantizada, y si sus aliados humanos iban a morir era mejor que muriesen intentando eliminar enemigos.
Por ello ordenó a sus arqueros que diesen cobertura a las tropas taikronas que se dirigían hacia una sección de empalizada en construcción, sus aliados se aproximaban a la empalizada cuando se toparon de frente con la falange de orcos blindados con sus grandes escudos hoplones, sus larguísimas lanzas y cascos decorados con coloridas plumas de aves locales.
El avance taikrones frenó en seco al chocar contra las lanzas, cuando unos pocos conseguían avanzar hasta los orcos surgían muiskas que se colaban por los huecos que dejaban los orcos al apartarse y apalizaban con sus macanas reforzadas de metal a los desgraciados que habían llegado hasta allí.
Hordas de taikrones seguían avanzando hasta que los orcos se quedaron sin lanzas, entonces fingieron una retirada y los taikrones continuaron avanzando topándose con arqueros y cerbataneros pankes y kolimas que diezmaron al ejército taikrones que tuvo que huir en desbandada.
Nemekene hizó un gesto para que no les persiguiesen e instaló, como era costumbre, la momia del cacique Akiminzake en esa posición para espantar a sus enemigos.
Tanibriagg miraba con desesperación lo sucedido, había perdido un tercio de su ejército aliado y no tenía suficientes elfos o duendes para intentar un ataque efectivo, lo mejor sería abandonar esa ciudad antes de que el cerco de empalizadas se cerrase, además sus aliados humanos estaban severamente desmoralizados, tenía sospechas de que podrían traicionarle y cambiarse de bando.
Esa misma noche los elfos y duendes salieron a hurtadillas de la ciudad y se dirigieron al puerto que los elfos habían levantado cuando llegaron y se había ido ampliando constantemente.
Pero los elfos cuando se aproximaban comenzaron a percatarse con su aguda vista de que algo no iba bien, no había soldados de Gloan o taikrones patrullando el camino, los elfos intentaron acelerar el paso pero tomando precauciones, con varios exploradores a caballo en avanzada, ninguno fue atacado, lo que obviamente era bastante raro.
Llegaron hasta el pueblo portuario sin problemas, pero estaba totalmente vacío, desprovisto de alimentos y agua y el lugarteniente le informó a su general de algo todavía peor, había decenas de bolas de plata distribuidas por todo el pueblo, Tanibriagg maldijo a Bochi con un grito de desesperación mientras confirmaba su sospecha mirando el cielo donde comenzaban a formarse nubarrones oscuros.
—Esa cerda nos va a hacer lo mismo que la otra vez, magos, venid aquí, debemos levantar un escudo contra las descargar eléctricas, el resto preparad una ruta de escape por tierra, no me fio de usar los barcos que tenemos en el puerto.
Un soldado a caballo llegó con el animal herido por varias flechas.
—Nos están rodeando, general —dijo—. Luego se apeó del caballo e indicó que eran muy numerosos y trató de recuperar el habla ya que estaba fatigado, herido y envenenado, no lo suficiente para matar al elfo pero si para hacerle pasar un mal rato.
El lugarteniente se aproximó.
—Los magos están preparando el escudo y estoy recibiendo informes de los exploradores, creo que hacia el este siguiendo la linea de costa podemos tener una oportunidad, ya que todavía no hay tantos enemigos como en las otras direcciones.
—O puede que sea una trampa —dijo el general, tremendamente nervioso—, aunque, sí, puede que sea la mejor opción, bien esperaremos a que descarguen la tormenta de rayos bajo el escudo de nuestros magos y luego intentaremos huir por allí, ordena a los taikronas que se acerquen hasta donde nuestros magos están haciendo el escudo, les vamos a necesitar.
—Sí, voy a hablar con ellos. —Minutos después el lugarteniente regresó con la mitad de los taikronas que había en el pueblo, la otra mitad había desertado y había corrido hacia el enemigo para rendirse o intentar escapar sin luchar.
El general elfo estaba disgustado con las deserciones, aunque el lugarteniente comprendía a los pobres humanos, su jefe era tremendo subnormal y no inspiraba la más mínima confianza.
Los rayos comenzaron a caer, el escudo aguantó eficientemente, aunque los magos elfos acabaron exhaustos y no se esperaba que pudiesen hacer demasiada magia en muchas horas, entonces elfos, duendes y taikronas abandonaron el pueblo hacia el este, los hoplitas elfos iban formando con sus escudos hoplones una linea para aguantar flechas y después dardos minimizando las bajas entre su ejército, Glishon, el lugarteniente elfo, así lo había ordenado.
La huida parecía ir bien, se toparon con unos lanceros muiskas que a pesar de llevar armadura y armas de metal no fueron rival para los elfos, pero cuando estaban superando ese obstáculo salieron del agua los delfíticos, con armadura de bronce y pesadas espadas de bronce, comenzaron a descargar golpes con furia a los sorprendidos taikrones y arqueros y peltastas duendes que estaban lanzando flechas y jabalinas a los muiskas y se dieron cuenta tarde del nuevo enemigo.
Tanibriagg miraba desesperado a su nuevo enemigo y no vio acercarse por su retaguardia a Glishon que le clavó un puñal en el cuello matándolo en el acto, luego emitió un grito de que asumía el mando y que le siguiesen, los supervivientes al notar el cambio de líder tomaron ánimo y sacaron fuerzas de flaqueza y cargaron contra los muiskas superándoles y continuaron corriendo y corriendo hacia el este todo lo que pudieron, Bochi ordenó que les dejasen escapar, que debían volver a Teyunak para asegurar su rendición o caída.
Dejaron a los hombres delfín vigilando el pueblo portuario de los elfos recién capturado con algunos soldados Teknú de guarnición y la mayoría de los soldados pusieron rumbo a la capital de los taikronas, llevando con ellos la cabeza del general elfo, que esperaban ablandase las ganas de defensa de los sitiados.
Cuando en Teyunak vieron la cabeza del general elfo colgada de la pica que sostenía un gigante, no tardaron en enviar un mensajero para parlamentar una rendición incondicional, lo más difícil iba a ser repartir el territorio de los taikronas entre los distintos aliados.
Los pankes cuyos territorios estaban muy alejados de allí pidieron que se les rebajasen el pago que tenían que hacer a Tabodac, Bochi aceptó, los delfíticos pidieron no quisieron nada, estaban contentos con que les hubiesen enseñado a fabricar armas de bronce, los muiskas y los zeknú se repartieron casi a medias el territorio de los taikronas, excepto el pueblo portuario e inmediaciones que pasaron a ser propiedad de Tabodac.
Nemekene obtuvo una pequeña zona costera además de muchas tierras interiores y la ciudad de Tayunak, los zeknú la mayor parte de la costa y algo de territorio hacia el interior.
Los tikunas algo de oro como compensación y comida suficiente para regresar a su territorio.
Los taikronas acabaron como esclavos repartidos entre los aliados, al menos seguirían con vida.
Bochi se reunió con Nemekene y Julimaa para hablar de cómo debían fortalecerse la gran confederación que ahora formaban y sopesar si era prudente perseguir a los enemigos que habían huido o no.
Nemekene pensó que era mejor tratar de reforzarse antes que ir a buscar al enemigo a zonas de las que tenían poca información, Julimaa estuvo de acuerdo con él, además Aigor y Mornon que se habían acercado a la reunión eran de la misma opinión.
Bochi explicó que estaba segura de que Gloan regresaría, pero que tardarían bastante en hacerlo en vista de lo que había pasado con el primer ejército enviado y los refuerzos que apenas llegaron gracias a los hombres delfín.
La maga así mismo dijo que ya tenía cuarenta años y que quizá lo mejor fuese que enseñase magia y no se involucrase más en la guerra, ya que cada vez la costaban más mantener el ritmo.
Su hijo la miró horrorizado.
—Madre, eres la maga más poderosa que he conocido, sin tu ayuda vamos a sufrir mucho.
—Bah, creo que tendré buenos aprendices. —Alargó la mano hacia el hombro de Julimaa. —Que aquí mismo había una, que seguro que si entrenaba se volvería inmensamente poderosa.
La cacica se sonrojó.
—Estaremos encantados de que nos enseñes gran maga.
—Eso haré —dijo Bochi—, necesitaremos que la magia suba de nivel en estas tierras si queremos conservarlas, pero ahora Nemekene, prepara la celebración por la victoria.
Capítulo 6. Negociando con los Delfiti.
Al delfín que perseguía le lanzó un rayo congelante que fue alcanzándole a través del agua hasta tocarle la cola, momento en el que Bochi detuvo su magia para no congelarlo del todo, se aproximó buceando poco a poco hasta él y le dijo que si se portaba bien lo descongelaba.
El delfítico movió el morro para confirmar que había comprendido y respondió en muysccubun, pero con acento raro y bajo el agua distorsionado, que no intentaría escapar.
La ciudad de Ticiale estaba construida con unas plantas translúcidas que permitían pasar la luz que llegaba desde la superficie, era algo impresionante, el delfítico le condujo hacia la entrada principal, que para sorpresa de Bochi no tenía ningún guardián, que ella viese.
Tras entrar se toparon con un estanque del que se podía salir por unas escaleras y había aire respirable y cultivos para alimentación en los que trabajaban varios tikunas.
Bochi comprendió que un ejército invasor normal al llegar hasta allí tampoco tendría mucho que hacer, pero ella no era un ejército normal y había visto una debilidad en el diseño de la ciudad, ya que un ejército debería librarse de las armaduras pesadas para llegar nadando hasta allí, pero ella gracias a la magia había podido acceder con su armadura pesada, pero la debilidad estaba en el material de construcción de la ciudad, unos magos mediocres podrían destrozar las paredes y el agua acabaría inundando todo.
Le dijo al hombre que fuese a buscar a su jefe y que viniese solo o que congelaría todos los cultivos de esa zona, y si eso no era suficiente, haría boquetes en el edificios traslúcido y comenzaría a entrar agua y más agua y deberían reconstruir la entrada principal si no más edificios.
El delfítico se transformó en humano y tragando saliva se fue a buscar a su jefe a trote ligero.
No tardó en aparecer Geofre, un delfítico de dos metros ochenta centímetros, Bochi apenas llegaba al metro setenta y cinco centímetros, pero estaba acostumbrada a estar rodeada de orcos y gigantes, un hombre delfín no suponía una sorpresa o la generaba intranquilidad alguna.
—Bienvenida a nuestra ciudad Ticiale—dijo el hombre delfín que llevaba el típico sombrero de copa de su pueblo y una enorme cicatriz cerca de su ojo derecho.
Bochi que estaba notando una magia de atracción sexual soltó una carcajada.
—Preciosa entrada a la ciudad, si tienes a bien enseñarme el resto estaré encantada, pero tu magia barata no tendrá efecto sobre mí.
Gofre torció el gesto.
—Bien, permíteme darte una visita guiada, me ha contado mi contacto con los Tikunas que tu magia es demasiado poderosa para contrariarte, y si eres capaz de resistir nuestra magia de atracción no lo dudo.
Tras un paseo tranquilo viendo la ciudad subacuática llegaron hasta la sala de audiencias del emperador Geofre, este se sentó en un trono de madera ricamente decorado con incrustaciones de oro, conchas y esmeraldas.
A Bochi le trajeron una silla de simple madera que solía servir para cuando raramente acudía hasta allí un emisario de los Tikunas.
La mujer explicó lo que eran los elfos y cómo el reino de Gloan se había aliado con los Taikronas y la amenaza que suponía para todo el continente.
También le dijo que había magos elfos que podían reducir esta ciudad subacuática a escombros flotantes en el río, que suponía que los chamanes locales no podían hacer eso, por lo que el imperio Delfiti también estaba amenazado.
Invitó al hombre delfín a subir a la superficie a observar a sus orcos, gigantes y algunos prisioneros elfos y duendes que había traído a la expedición para que con sus propios ojos evaluase el riesgo y si quería aliarse con ella y los muiskas o prefería mantenerse al margen y ganarse la enemistad de Bochi.
Geofre, que había pedido que trajesen comida, ofreció piraña asada y varias frutas y verduras que Bochi no conocía; además, de una bebida amarga llamada cacao. En el plato del anfitrión solo había pescado y carne, parecía ser estrictamente carnívoro.
La mujer comió sin mostrar que la comida no era especialmente de su agrado, pero le pareció oportuno no ofender al emperador en la medida de lo posible.
El delfítico preguntó que qué obtendría de la alianza y qué se esperaba de ellos, si les querían usar de tropas de choque.
Bochi tragó un cacho de piraña que había estado masticando y negó con la cabeza.
—No, no quiero ni que luchéis si es posible.
Geofre la miró atónito.
—No me esperaba eso.
—Os ofrezco mejores armas, con las que espero que hundáis muchos barcos élficos que vendrán para intentar tomar el control de todo el continente, debéis acercaros, hacer unos agujeros a los barcos e iros antes de que sus magos lancen ataques de represalia, todo realizado con nocturnidad y alevosía.
—No suena mal —dijo Geofre, que observaba la armadura y el arma de Bochi—, podrían enseñarme cómo es esa arma preguntó con curiosidad.
Bochi la desenfundó y se acercó al emperador, algunos guardias que estaban ocultos salieron de sus posiciones pero volvieron a donde estaban cuando su emperador emitió un silbido típico de los delfines para ordenarles que se retirasen.
Bochi, que tenía preparados algunos trucos mágicos como bomba de congelamiento o luz cegadora, se los guardó y extendió su espada con el pomo hacia el emperador que la cogió con su gran manaza y comprobó lo pesada que era, luego silbó para que algunos sirvientes trajesen cosas para cortar y empezó a cortar lanzas de madera quedándose asombrado de la capacidad de corte del arma y luego rasgó algunas telas para comprobar que el arma no había perdido el filo.
—Esto las armas de piedra no lo hacen —dijo con cierto aire de asombro—, creo que es posible que tengamos un trato.
Bochi sonrió.
—No te voy a dar armas tan buenas, solo otras mejores que las de piedra, pero no como estas, además son pesadas, pero no creo que para los de tu especie suponga un problema, también partirán madera y seguirán afiladas, no te preocupes por eso, pero las mejores me las guardo para mi reino y mis aliados muiskas.
El emperador se puso serio.
—Bueno, si mejoramos el armamento y frenamos una invasión supongo que tendré que aceptar el trato.
—Una sabia decisión —dijo la humana. Necesitaré todos los soldados delfíticos que me puedas proporcionar y si algunos tikunas entran en el lote también los acepto, os pagaré con algo de oro.
El emperador sonrió.
—Es bueno saber eso, creo que podré añadir doscientos cincuenta delfíticos y quinientos tikunas a cambio cincuenta kilogramos de oro.
Bochi miró hacia arriba y dejó de comer.
—Que sean veinte y aceptaré porque los necesito, pero si tú no quieres aceptar verás hordas de elfos controlando la región.
—Así sea —dijo Geofre—, cuando acabemos de comer iré a ver a esos elfos y duendes tuyos por curiosidad.
Capítulo 7. Doble golpe a Gloan.
Los soldados delfíticos con armas de bronce habían sido desplazados hasta Teknú en un viaje de más de tres meses, desde allí partirían hacia el este para encontrar barcos de Gloan y hundirlos en alta mar, para que no llegasen provisiones ni armas al territorio de los Taikronas y se ahogasen muchos elfos.
No tardaron ni dos meses en empezar a trabajar en el hundimiento de barcos elfos, que a pesar de estar muy bien diseñados, construidos y con buenos materiales, no podían evitar irse a pique cuando los delfíticos con la broca de su berbiquí correspondiente, una herramienta manual para realizar perforaciones, lo giraban a gran velocidad e iban agujereando los barcos.
Aprovechando la nocturnidad cuando en el barco se daban cuenta ya era demasiado tarde, los elfos con su buena mirada sondeaban el mar pero no conseguían descubrir nada, algún mago lanzaba descargar eléctricas al agua o bolas de fuego sin ton ni son esperando que al hervirse el agua donde su bola impactaba con el océano hiriese o matase al enemigo desconocido.
Así durante cinco meses hundieron la nada despreciable cifra de veintiocho barcos, consiguiendo que se ahogasen seis mil elfos y duendes, solo mil consiguieron arribar a costa y fueron recibidos por un furioso Tanibriagg que no comprendía qué sucedía.
—¿Qué acaece con nuestros barcos? —chillaba como loco en el puerto que había levantado en territorio Taikrona, sus oficiales elfos o los pobres taikronas, que eran maltratados día sí y día también, no podían hacer otra cosa más que aguantar el mal humor de su jefe.
El lugarteniente apareció por el puerto, un elfo bajo de apenas dos metros y doce centímetros.
—Señor, un ejército invasor se aproxima a Teyunak, creo que es urgente que enviemos nuestro ejército para mantener la capital de nuestros aliados.
El general elfo con cara de demente observó a su segundo, estuvo a punto de decir algo, pero se calló, hizo un gesto con la mano para que se retirase y se quedó observando las aguas desde el puerto durante cinco minutos en silencio. Luego fue hasta la casa que le habían construido para vivir allí y ordenó a una duende que preparase un té mientras pensaba cómo aprovisionar a su ejército para defender Teyunak, suponía que sería un asedio y debía prepararse lo mejor posible ya que no esperaba refuerzos a corto plazo.
Había capturado algunos territorios a los Zeknú, pero era imperioso llamar a los soldados que dominaba los nuevos terrenos y hacerles volver a tiempo para defender a los taikronas, no porque les tuviese afecto o los considerase buenos aliados, simplemente porque eran sus único aliados en la región y si caían todos los soldados de Gloan allí presentes morían de forma irremediable.
Tras tomarse su té ordenó llamar a su lugarteniente y tratando de aparentar mejor humor le empezó a dar las pertinentes órdenes para llevar soldados y provisiones hasta Teyunak.
Bochi por su parte con una coalición de tropas de sus aliados y su propio ejército estaba usando el camino que los propios elfos habían despejado tiempo atrás para avanzar sin contratiempos hacia Teyunak, encaramada en un gigante y con una esclava duende con la mejor visión de los que había capturado encaramada en el otro hombro del gigante vigilaban constantemente a ver si detectaban enemigos en la distancia.
Sufrieron algún intento de emboscada, que habiéndose detectado a tiempo resultaron muy infructuosos para los defensores taikronas, de los elfos no había señales.
Bochi avanzaba sin prisa pero sin pausa, y con lineas de suministros bien organizadas, constantemente llegaba a su ejército comida y agua.
Ya en las inmediaciones de Teyunak vieron empalizadas de madera, torres de vigilancia de madera en las que había arqueros elfos o duendes y varios fosos para que el ejército invasor no se acercase alegremente, entonces Bochi ordenó detener el avance y comenzar el asedio.
Sus orcos y gigantes comenzaron a talar árboles dejando bosques enteros pelados, iban trayendo hasta las afueras de la ciudad la madera en los carromatos que habían capturado muchos meses atrás y comenzaron a levantar también empalizadas dobles alrededor de la ciudad, iban a cercarla para que los del interior no pudiesen salir.
El general elfo sabía lo que estaban haciendo pero no se atrevía a lanzar un ataque para detener la construcción de las empalizadas, sabía que sufriría muchas bajas y confiaba en tener provisiones suficientes para aguantar durante meses y meses.
Cuando un tramo de empalizada doble estaba completo, el ejército invasor levantaba una colina de tierra entre ambas murallas de madera e instalaba en ellas catapultas que los orcos y gigantes iban construyendo, el saber hacer de los mercenarios era destacable.
El lugarteniente de Tanibriagg le advirtió de las nefastas consecuencias de dichas armas de asedio, pero el general seguía indeciso ante la expectativa de enormes bajas que sufrirían si salían.
Sin embargo, cuando las primeras catapultas comenzaron a lanzar carne podrida hacia la ciudad, el general elfo no tuvo más remedio que salir a la desesperada, las enfermedades no afectarían casi a los elfos, pero si los taikronas enfermaban y eran diezmados esperando solo obtendría una derrota garantizada, y si sus aliados humanos iban a morir era mejor que muriesen intentando eliminar enemigos.
Por ello ordenó a sus arqueros que diesen cobertura a las tropas taikronas que se dirigían hacia una sección de empalizada en construcción, sus aliados se aproximaban a la empalizada cuando se toparon de frente con la falange de orcos blindados con sus grandes escudos hoplones, sus larguísimas lanzas y cascos decorados con coloridas plumas de aves locales.
El avance taikrones frenó en seco al chocar contra las lanzas, cuando unos pocos conseguían avanzar hasta los orcos surgían muiskas que se colaban por los huecos que dejaban los orcos al apartarse y apalizaban con sus macanas reforzadas de metal a los desgraciados que habían llegado hasta allí.
Hordas de taikrones seguían avanzando hasta que los orcos se quedaron sin lanzas, entonces fingieron una retirada y los taikrones continuaron avanzando topándose con arqueros y cerbataneros pankes y kolimas que diezmaron al ejército taikrones que tuvo que huir en desbandada.
Nemekene hizó un gesto para que no les persiguiesen e instaló, como era costumbre, la momia del cacique Akiminzake en esa posición para espantar a sus enemigos.
Tanibriagg miraba con desesperación lo sucedido, había perdido un tercio de su ejército aliado y no tenía suficientes elfos o duendes para intentar un ataque efectivo, lo mejor sería abandonar esa ciudad antes de que el cerco de empalizadas se cerrase, además sus aliados humanos estaban severamente desmoralizados, tenía sospechas de que podrían traicionarle y cambiarse de bando.
Esa misma noche los elfos y duendes salieron a hurtadillas de la ciudad y se dirigieron al puerto que los elfos habían levantado cuando llegaron y se había ido ampliando constantemente.
Pero los elfos cuando se aproximaban comenzaron a percatarse con su aguda vista de que algo no iba bien, no había soldados de Gloan o taikrones patrullando el camino, los elfos intentaron acelerar el paso pero tomando precauciones, con varios exploradores a caballo en avanzada, ninguno fue atacado, lo que obviamente era bastante raro.
Llegaron hasta el pueblo portuario sin problemas, pero estaba totalmente vacío, desprovisto de alimentos y agua y el lugarteniente le informó a su general de algo todavía peor, había decenas de bolas de plata distribuidas por todo el pueblo, Tanibriagg maldijo a Bochi con un grito de desesperación mientras confirmaba su sospecha mirando el cielo donde comenzaban a formarse nubarrones oscuros.
—Esa cerda nos va a hacer lo mismo que la otra vez, magos, venid aquí, debemos levantar un escudo contra las descargar eléctricas, el resto preparad una ruta de escape por tierra, no me fio de usar los barcos que tenemos en el puerto.
Un soldado a caballo llegó con el animal herido por varias flechas.
—Nos están rodeando, general —dijo—. Luego se apeó del caballo e indicó que eran muy numerosos y trató de recuperar el habla ya que estaba fatigado, herido y envenenado, no lo suficiente para matar al elfo pero si para hacerle pasar un mal rato.
El lugarteniente se aproximó.
—Los magos están preparando el escudo y estoy recibiendo informes de los exploradores, creo que hacia el este siguiendo la linea de costa podemos tener una oportunidad, ya que todavía no hay tantos enemigos como en las otras direcciones.
—O puede que sea una trampa —dijo el general, tremendamente nervioso—, aunque, sí, puede que sea la mejor opción, bien esperaremos a que descarguen la tormenta de rayos bajo el escudo de nuestros magos y luego intentaremos huir por allí, ordena a los taikronas que se acerquen hasta donde nuestros magos están haciendo el escudo, les vamos a necesitar.
—Sí, voy a hablar con ellos. —Minutos después el lugarteniente regresó con la mitad de los taikronas que había en el pueblo, la otra mitad había desertado y había corrido hacia el enemigo para rendirse o intentar escapar sin luchar.
El general elfo estaba disgustado con las deserciones, aunque el lugarteniente comprendía a los pobres humanos, su jefe era tremendo subnormal y no inspiraba la más mínima confianza.
Los rayos comenzaron a caer, el escudo aguantó eficientemente, aunque los magos elfos acabaron exhaustos y no se esperaba que pudiesen hacer demasiada magia en muchas horas, entonces elfos, duendes y taikronas abandonaron el pueblo hacia el este, los hoplitas elfos iban formando con sus escudos hoplones una linea para aguantar flechas y después dardos minimizando las bajas entre su ejército, Glishon, el lugarteniente elfo, así lo había ordenado.
La huida parecía ir bien, se toparon con unos lanceros muiskas que a pesar de llevar armadura y armas de metal no fueron rival para los elfos, pero cuando estaban superando ese obstáculo salieron del agua los delfíticos, con armadura de bronce y pesadas espadas de bronce, comenzaron a descargar golpes con furia a los sorprendidos taikrones y arqueros y peltastas duendes que estaban lanzando flechas y jabalinas a los muiskas y se dieron cuenta tarde del nuevo enemigo.
Tanibriagg miraba desesperado a su nuevo enemigo y no vio acercarse por su retaguardia a Glishon que le clavó un puñal en el cuello matándolo en el acto, luego emitió un grito de que asumía el mando y que le siguiesen, los supervivientes al notar el cambio de líder tomaron ánimo y sacaron fuerzas de flaqueza y cargaron contra los muiskas superándoles y continuaron corriendo y corriendo hacia el este todo lo que pudieron, Bochi ordenó que les dejasen escapar, que debían volver a Teyunak para asegurar su rendición o caída.
Dejaron a los hombres delfín vigilando el pueblo portuario de los elfos recién capturado con algunos soldados Teknú de guarnición y la mayoría de los soldados pusieron rumbo a la capital de los taikronas, llevando con ellos la cabeza del general elfo, que esperaban ablandase las ganas de defensa de los sitiados.
Cuando en Teyunak vieron la cabeza del general elfo colgada de la pica que sostenía un gigante, no tardaron en enviar un mensajero para parlamentar una rendición incondicional, lo más difícil iba a ser repartir el territorio de los taikronas entre los distintos aliados.
Los pankes cuyos territorios estaban muy alejados de allí pidieron que se les rebajasen el pago que tenían que hacer a Tabodac, Bochi aceptó, los delfíticos pidieron no quisieron nada, estaban contentos con que les hubiesen enseñado a fabricar armas de bronce, los muiskas y los zeknú se repartieron casi a medias el territorio de los taikronas, excepto el pueblo portuario e inmediaciones que pasaron a ser propiedad de Tabodac.
Nemekene obtuvo una pequeña zona costera además de muchas tierras interiores y la ciudad de Tayunak, los zeknú la mayor parte de la costa y algo de territorio hacia el interior.
Los tikunas algo de oro como compensación y comida suficiente para regresar a su territorio.
Los taikronas acabaron como esclavos repartidos entre los aliados, al menos seguirían con vida.
Bochi se reunió con Nemekene y Julimaa para hablar de cómo debían fortalecerse la gran confederación que ahora formaban y sopesar si era prudente perseguir a los enemigos que habían huido o no.
Nemekene pensó que era mejor tratar de reforzarse antes que ir a buscar al enemigo a zonas de las que tenían poca información, Julimaa estuvo de acuerdo con él, además Aigor y Mornon que se habían acercado a la reunión eran de la misma opinión.
Bochi explicó que estaba segura de que Gloan regresaría, pero que tardarían bastante en hacerlo en vista de lo que había pasado con el primer ejército enviado y los refuerzos que apenas llegaron gracias a los hombres delfín.
La maga así mismo dijo que ya tenía cuarenta años y que quizá lo mejor fuese que enseñase magia y no se involucrase más en la guerra, ya que cada vez la costaban más mantener el ritmo.
Su hijo la miró horrorizado.
—Madre, eres la maga más poderosa que he conocido, sin tu ayuda vamos a sufrir mucho.
—Bah, creo que tendré buenos aprendices. —Alargó la mano hacia el hombro de Julimaa. —Que aquí mismo había una, que seguro que si entrenaba se volvería inmensamente poderosa.
La cacica se sonrojó.
—Estaremos encantados de que nos enseñes gran maga.
—Eso haré —dijo Bochi—, necesitaremos que la magia suba de nivel en estas tierras si queremos conservarlas, pero ahora Nemekene, prepara la celebración por la victoria.