Es para un concurso del grupo de Facebook "Liga de mangakas y escritores".
Capítulo 1. El zipa Nemekene, el zaque Akiminzake y el inicio de la batalla.
La Confederación Muiska estaba en peligro; un ejército muy numeroso de elfos del reino Gloan, apoyado por la tribu de los Taikronas estaba a las puertas de Chunsak, la capital de los dominios del zaque Akiminzake.
Desde Teyunak, la capital de los Taikronas, cerca de la costa, pero a entre novecientos y mil trescientos metros de altitud, los elfos aprovisionados habían ascendido hacia el sur en una rápida campaña militar, como ya advirtió la gran benefactora del pueblo Muiska, Bochicafucha, una extranjera de piel blanca y ojos azules.
Los gobernantes supremos de la confederación Muiska, cuyos títulos eran zipa y zaque, estaban reunidos para preparar la inminente batalla; Akiminzake agradeció a Nemekene que hubiese traído cuarenta mil Guechas, el nombre que tenían los guerreros de la Confederación Muiska, desde su zipazgo, ambos caciques iban adornados con joyería de oro, como era costumbre, pero Nemekene había tenido la astucia de usar armadura y armas de acero como les había enseñado Bochikanafucha.
Akiminzake no se acababa de fiar de la mujer a la que llamaba bruja blanca, por eso llevaba su garrote macana de madera sin reforzar con acero, y la mayoría de sus soldados igual, seguían fieles a sus costumbres y no apreciaban las armas mejoradas, su encrespado penacho con plumas de loro contrastaba con el casco de acero de Nemekene, que apenas llevaba dos plumas rojas y una turquesa.
Akiminzake miraba la extraña coraza y los brazaletes de acero del zipa; sí llevaban unas esmeraldas engarzadas, pero era obvio que su aliado estaba totalmente influenciado por la bruja blanca. Miraba con desdén a Nemekene y le preguntó por las exóticas tropas que Bochicanafucha había traído y que estaban ubicadas en el flanco izquierdo.
—Son sus súbditos humanos y sus mercenarios traídos de allende los mares, orcos piel verde y gigantes —dijo el zipa sonriendo.
—Extrañas tropas trae la bruja, y solo desgracias, se adueñó de un terreno donde fundó una Uta a cambio de enseñarnos cuatro cosas y no se pone bajo nuestro mando, sino que se mantiene como su propia jefa —dijo el zaque tras escupir.
—No te pongas así porque controle un pueblo y un pequeño territorio —replicó Nemekene—; además, solo perdimos un poco de terreno cada uno, y, aunque no te guste el acero, bien que usáis las mantas de algodón en tu zacazgo. ¿No te molestará porque es hembra?
—No, no es eso —dijo mintiendo el zaque—. No me gusta que no se respeten las costumbres.
—Espero que tus arqueros esclavos Pankes y Kolimas no te den problemas como la última vez —añadió Nemekene—. Bochikanafucha te advirtió que debías tratarlos mejor.
—Esos malvados y traicioneros…, si se hubiesen comportado con más valentía habría contenido a esos enormes elfos orejotas yo mismo.
—Los míos se están portando bastante bien —añadió—, y con las puntas de metal sus flechas son bastante dañinas, aunque los elfos, gracias a sus dos metros y veinte centímetros, tienen arqueros muy superiores a los nuestros —comentó el zipa con cara seria mientras se estaba carcajeando internamente—. Y son muy diestros manejando las lanzas que, añadido a sus largos brazos, nos ponen en gran desventaja. ¡Menos mal que nuestros chamanes al transformarse en pumas y jaguares y hacer veloces ataques a veces nos permiten abrir brecha en la falange élfica!
—Sí, esos orejotas son un peligro, y nuestra magia no es poderosa como la de la bruja blanca y sus otros brujos; además, nuestros chamanes deben buscar los huecos entre las armaduras del enemigo —dijo el zaque tras escuchar.
—Ellos prefieren que los llames magos —replicó el zipa.
—Me da igual —respondió Akiminzake—. Quizá mañana estemos muertos y no me importa cómo se llamasen o dejasen de llamar esos brujos; voy con mis lanceros y tú haz lo mismo, creo que se acerca el momento de luchar.
No se equivocaba el zaque, no tardaron en llover miles de flechas que los escudos de las tropas del zaque a duras penas contenían, mientras que los del zipa, de acero, paraban sin mucho problema.
Los chamanes de ambos usaban magia de viento para desviar algunas flechas o reducir la velocidad, pero tenían la orden de no gastar demasiada magia para poder transformarse llegado el momento y atacar en forma de animales.
Las falanges élficas avanzaban a paso lento pero constante, con enormes escudos e inmensas lanzas de seis metros, era una vista que atemorizaba a los Muiskas, no así las tropas Taikronas que no dejaban de ser parecidas a las suyas, más a las de Akiminzake, ya que los elfos no habían compartido el secreto de la metalurgia con sus aliados.
Cuando los escudos de las tropas del zacazgo se llenaban de flechas y pesaban tanto que los soldados no podían aguantar el peso, los soltaban, y entonces las flechas de los elfos diezmaban las tropas.
Nemekene se daba cuenta de lo que pasaba y de manera osada pidió a su tropas que avanzasen, debía hacer una distracción para que no cayese el ejército central de su aliado, así que su tropas en el flanco derecho avanzaron para tratar de llegar al combate cuerpo a cuerpo lo antes posible.
A su vez observó cómo en la zona donde estaba su benefactora se iba poniendo el cielo oscuro y se formaba una inmensa nube gris tirando a negra en algunas zonas. “Espero que sea lo que sea que esté haciendo la gran Bochikanafucha funcione”, pensó para sí mismo.
Sus arqueros empezaron a disparar a los elfos, que debido a su gran armadura no recibían apenas bajas, pero sí que empezaron a matar soldados Taikronas, que iban detrás de las falanges élficas. “Algo era algo”, pensó el zipa. Sospechaba que, si sus cerbanateros se aproximaban lo suficiente, algún dardo envenenado afectaría a los elfos, aunque según informes previos de los guerreros del zacazgo el veneno no afectaba demasiado a los elfos, muchos dardos debían golpear a un elfo para que muriese envenenado.
El choque de sus lanceros con los de la falange élfica fue tan malo como había calculado, los elfos golpeaban desde la distancia, y varias filas bien entrenadas podían golpear antes de que algún valiente guecha se consiguiese meter entre los escasos huecos y pudiese atacar, normalmente con penosos resultados.
Solo la superioridad numérica conseguía que las tropas del zipa aguantasen la posición, ya que podía sustituir las bajas rápidamente por otros soldados; además, algunos cerbanateros empezaban a colar algunos dardos que picaban en las escasas zonas que los elfos no llevaban protegidas por armaduras. En ese momento, los elfos abrieron la formación y dejaron que sus aliados Taikronas avanzasen y ocupasen la primera linea de combate.
Contra otros humanos sin armas de acero las tropas de Nemekene tenían ventaja, por eso estaban aplastando al enemigo y avanzando por ese flanco mientras los elfos de esa zona se retiraban ordenadamente, no les importaba perder aliados.
El zipa ni había arriesgado a sus chamanes, ese flanco lo estaba ganando.
Pero en el centro a Akiminzake no le iba nada bien, la mitad de sus lanceros había desaparecido, la mayoría de los supervivientes arqueros esclavos, también reducidos a menos de la mitad, habían huido de la batalla mientras el zaque les insultaba y amenazaba con ajustar cuentas algún día, por desgracia para él tuvo que olvidarse de ellos y pensar en cómo mantener la posición, su capital estaba en juego.
Sus chamanes transformados en jaguares o pumas conseguían a veces colarse entre las lanzas de la falange élfica y romper la formación, momentos que eran aprovechados por los lanceros del zaque que entraban en la brecha y mataban a algunos elfos por los flancos, pero no por la retaguardia, ya que allí se toparon con tropas de Taikronas, que hacían que la pelea se quedase estancada.
Los elfos se retiraron y sus arqueros dispararon contra las tropas humanas que se estaban enfrentando, a los elfos no les importaba que algunos aliados Taikronas muriesen si las flechas también mataban enemigos Muiskas.
Akiminzake estaba un poco aturdido por los acontecimientos, algunos de sus nobles le aconsejaron la retirada, pero él los apartó con su macana de madera y ordenó una carga con su escolta personal, al menos estaba seguro de poder acabar con los Taikronas que había frente a ellos y luego ya sopesaría si retirarse.
De reojo miraba a su flanco izquierdo, allí el cielo estaba muy oscuro. “Nada bueno traería la bruja blanca”, se dijo a sí mismo.
La carga fue brutal, la élite guerrera del zaque empezó a aplastar a los enemigos humanos, que no tuvieron más remedio que retroceder, pero mientras se retiraban no cesaba la lluvia de flechas de los arqueros Taikronas y lo que era peor, de los elfos, que tenían mejor vista, mayor alcance y superior puntería.
Akiminzake había destrozado a cuatro enemigos con su garrote de madera, pero, cuando las flechas empezaron a descender contra él y alzó su escudo, no pudo frenarlas todas; una se clavó en su pierna, la lluvia continuó hasta que el escudo pesaba tanto que su brazo adormecido tuvo que soltarlo, entonces el zaque desprotegido comenzó a recibir más y más flechas por todo su cuerpo y murió.
Capítulo 2. El elfo Tanibriagg.
El general elfo estaba sentado en una silla relativamente cómoda que portaban sus aliados humanos, había esperado a que el sol se pusiese en una posición adecuada para que sus rayos molestasen a sus enemigos y tras sorber lo poco que quedaba de su té ordenó que comenzara la batalla.
Tanibriagg no estaba contento con que su reino Gloan lo hubiese mandado a ese continente para obtener madera, metales, comida y otros recursos necesarios para el reino, pero, como no quería enfrentarse a la corona, no le quedó más remedio.
Como pertenecía a un reino menor que no seguía las tradiciones, podía aliarse con especies que los elfos consideraban inferiores, y, al llegar a las playas de los Taikronas, estos, resentidos con la reina Bochikanafucha, que no había querido enseñarles a construir barcos grandes, se aliaron con los elfos, que no les ofrecieron ninguna tecnología, pero eran más numerosos que los pocos supervivientes de la reina que había huido en barco con algunos de sus hombres y mercenarios orcos y gigantes
Los elfos habían prometido cazar a la humana que se permitía intentar negociar con los hombres de la tribu. Los Taikronas estaban resentidos con la humana y, dado el tamaño del ejército de Gloan, tampoco pudieron hacer otra cosa que aliarse en muy desventajosas condiciones.
El general veía desde la retaguardia cómo se desarrollaba la batalla: en el centro estaban destrozando a los enemigos, eso le complacía, pero los flancos no iban todo lo bien que a él le hubiese gustado. Su flanco izquierdo estaba siendo vencido por simples humanos, y en el derecho la poderosa maga Bochikanafucha y sus tropas estaban conteniendo a los prescindibles Taikronas que había enviado a ese flanco, y, además, estaba preparando algo, una enorme nube oscura crecía en el cielo.
Tanibriagg pensó que había que actuar por lo que se subió a su caballo de guerra y puso al animal en marcha hacia el flanco izquierdo, sus caballeros le seguían sin decir palabra, sabían que iban a frenar el avance de los guerreros muiskas.
Mientras pasaba frente al líder de los Taikronas, le ordenó que fuese con todas las tropas humanas que quedaban en retaguardia al otro flanco, que eliminase a la maga humana costase lo que costase, el hombrecillo asintió con la cabeza e hizo un gesto a los suyos para que le siguiesen.
El elfo no confiaba en que sus aliados fuesen a contener a la maga, pero al menos que le hiciesen gastar parte de su magia para cuando él regresase con su caballería pesada minimizar bajas.
Cuando Tanibriagg se aproximaba al flanco en el que Nemekene avanzaba, observó cómo sus guerreros elfos se retiraban con relativo orden, estos se apartaban rápido, luego empezó a toparse con las tropas de sus aliados humanos, que huían desorganizadamente y no todos lograban apartarse a tiempo, por lo que varios acabaron aplastados por los cascos de los corceles élficos, de gran tamaño.
La caballería portaba enormes lanzas de caballería, que derriban con facilidad a los enemigos humanos, la formación en cuña de la caballería estaba abriendo brechas en la defensa humana, y los soldados de infantería elfos, que sabían lo que iba a hacer su caballería, habían vuelto a ir hacia el frente tras reorganizarse, haciendo cambiar de dirección a los Taikronas que querían seguir huyendo.
Los Taikronas que seguían intentando huir eran destrozados por la falange élfica, por lo que la mayoría asumieron que debían cargar tras la caballería de sus aliados.
Algunos caballos fueron derribados por flechas o dardos envenenados de los defensores, pero la mayoría seguían destrozando las formaciones de lanceros muiskas, lo que hacía que los elfos hubiesen dado la vuelta a la situación en ese flanco y estuviesen venciendo ahora.
Pero algo hizo que el general elfo cambiase los planes, una enorme descarga de rayos empezó a caer desde las nubes oscuras que había encima del flanco derecho de su ejército. “Maldita maga humana, ni mis magos pueden hacer eso”, pensó,
Ordenó que se retirasen nuevamente y que enviasen señas y mensajeros para que el ejército que combatía en el centro se retirase también, debía salvar tantos elfos como pudiese en esa batalla, pues el control de la región que ya tenía era más importante que intentar hacerse con los terrenos de los muiskas, además había diezmado al ejército muiska, era poco probable que supusiesen una amenaza en el corto plazo.
Capítulo 3. Bochikanafucha gana la batalla.
La reina Bochikanafucha había llegado a esa batalla tras varios reveses, su reino había sido masacrado por el reino elfo de Gloan, que había enviado varios barcos tras su pista para terminar con ella y sus súbditos.
Tras semanas y semanas huyendo, dos de sus barcos consiguieron llegar a tierras que nadie de su reino o sus mercenarios conocían, allí se topó con unos humanos a los que intentó prevenir de una posible invasión del reino de Gloan, estos, los Taikrones, no le hicieron caso y, además, de no respetarla demasiado en las negociaciones, se obcecaron en pedir que les enseñase a construir barcos grandes.
Bochikanafucha, que había llegado a la playa con los barcos muy dañados, les prendió fuego nada más bajó de ellos, pero los habitantes locales habían visto los barcos y los querían.
La maga humana, sabiendo que no se entendería con esa tribu, decidió adentrarse tierra adentro y aunque al principio no había recibido ataques porque sus orcos y gigantes causaban temor entre los humanos de esas tierras, cuando se alejaba de su territorio los Taikronas les atacaron por sorpresa con sus arqueros, haciendo que la maga tuviese que desviar la mayoría de las flechas con magia de viento y después lanzar bolas de fuego para poder huir mientras su retaguardia quedaba protegida por el fuego y el humo.
Finalmente, se topó con los muiskas. Akiminzake la miraba con cierto desprecio, pero llamó al otro líder de la Confederación Muiska para hablar de asuntos comerciales con la mujer blanca.
El otro líder, Nemekene, era bastante más inteligente, comprendió que unos seres llamados elfos iban a llegar e intentar controlar toda la región, la mujer les ofrecía avances tecnológicos, les enseñó sus armas y armaduras de acero y sus ropas, y pedía unas pocas tierras a cambio y que se preparasen para luchar contra el invasor.
El zipa convenció a Akiminzake de la conveniencia de adquirir esas tecnologías, tras ver cómo las espadas y hachas destrozaban los garrotes de madera de los guerreros muiskas, y aunque este no estaba tan convencido permitió al otro líder que negociase con al mujer blanca.
Y el día que los elfos querían reclamar esas tierras había llegado, la mujer no se sorprendió que los traicioneros Taikronas se hubiesen aliado con los elfos, lo que sí sorprendió a la reina es que prácticamente solo tuviese a esos humanos en frente, ella esperaba a los elfos, pero el general enemigo estaba protegiendo a sus mejores soldados y apenas envió algunas tropas auxiliares de duendes, que eran elfos esclavizados durante generaciones por los propios elfos y que eran más bajos que estos, apenas dos metros, veinte centímetros menos que los elfos machos normales.
Su falange de mercenarios orcos no tuvo problemas en contener a los lanceros Taikronas, los arqueros enemigos no conseguían nada contra los enormes escudos de los orcos y en cambio algunos arqueros orcos y humanos de Bochikanafucha, que lanzaban flechas de metal, estaban causando bastante bajas entre los Taikronas.
La maga y varios de sus magos estaban haciendo crecer unas nubes y las alimentaban con electricidad, así estuvieron minutos y minutos protegidos por la falange orca.
A su vez otros magos estaban cargando unas grandes esferas/bolas/balas de plata con una carga opuesta a la que sus compañeros enviaban a la gran nube que formaban. Las esferas estaban sobre tres catapultas que tenía el ejército.
Cuando la maga supuso que ya habían cargado lo suficiente, la nube hizo una seña a sus gigantes que no tardaron en accionar las enormes catapultas lanzando las esferas de plata a gran altura y consiguiendo que la nube soltase andanadas de rayos que comenzaron a descender y electrocutar taikronas por cientos.
Además el estruendo generado por los truenos asustó mucho a los taikronas que viéndose diezmados por extraña magia entraron en pánico y huyeron en desbandada.
Bochikanafucha, tremendamente agotada, ordenó a sus tropas que esperasen unos pocos minutos a que la tormenta de rayos cesase y luego avanzasen mientras ella descansaba.
Sus soldados y mercenarios sabían lo que había que hacer, llevaban años combatiendo a Gloan y su jefa les había ordenador llegar hasta el campamento enemigo para hacer prisioneros y tomar las provisiones que hubiese.
Cuando la tormenta amainó, los orcos con las grandes zancadas, que sus dos metros veinte centímetros de altura les permitían dar, estaban dando caza a los taikronas en desbanda, por la espalda clavaban las lanzas en los traicioneros enemigos y continuaban avanzando.
Solo algunos duendes se habían reagrupado en una pequeña formación de cien peltastas, la infantería ligera auxiliar de Gloan, arrojaron sus jabalinas hacia los hoplitas orcos y luego sacaron sus espadas de las fundas.
Los orcos estaban a punto de aplastar a los duendes cuando el lugarteniente humano de Bochikanafucha, su hijo Aigor, dio el alto a los mercenarios y se adelantó a estos con su pequeño ejército humano, todos con armadura pesada, lanza, espada y escudo.
Aigor ofreció rendición a los duendes prometiendo que no matarían a ninguno y que serían mejor tratados que en Gloan.
Los duendes miraron escépticos al hombre, pero, cuando vieron uno de los últimos rayos descargar, tras el ruido del impacto y cuando pudieron volver a escucharse hicieron señas y gritaron que se rendían.
El hombre se puso contento, dejó a unos pocos soldados para que vigilasen a los prisioneros y continuó con el resto hacia el campamento enemigo.
Algunos taikronas se habían reorganizado y presentaban batalla, los orcos que habían partido todas las lanzas habían sacado sus espadas e iban golpeando con las enormes armas a los humanos que intentaban interponerse, ni cuando alzaban sus escudos evitaban los bestiales tajos que daban los orcos, ya que partían los escudos sin metal y entraban bien en los hombros de los pobres humanos o les dejaban sin brazos.
Los gigantes habían dejado las catapultas y avanzaban tras los orcos y barrían con garrotes reforzados de metal a los taikronas que trataban de organizar formaciones de lanceros.
Aigor observaba cómo los elfos habían abandonado el campamento y oteó en busca de carromatos, al divisarlos hizo señas a sus compañeros soldados o mercenarios, la prioridad eran las provisiones y capturar prisioneros duendes o elfos, y eso hicieron.
Aigor sabía por lo que le había contado su madre que a los duendes que iban a la guerra los esterilizaban castrando a los machos y con magia a las hembras, pero, como eran elfos desmejorados, vivirían poco menos de los cuatro mil años que vivían los elfos, por lo que eran esclavos de buen precio o sirvientes que durarían varias generaciones.
Su madre había pactado con los líderes muiskas que se quedaría con los duendes o elfos que capturasen en la batalla a cambio de participar en la pelea, no pidió nada más, y los muiskas aceptaron el trato.
Tras capturar los lentos carromatos dejaron que los enemigos que no fuesen duendes o elfos huyesen de allí por el camino que el ejército invasor había hecho talando árboles y despejando algunas rocas.
Los carromatos eran guiados por duendes, lo que permitió aumentar la cifra de prisioneros, Aigor pensó que su madre, Bochi era como la llamaba, estaría tremendamente satisfecha con el resultado de la batalla.
Capítulo 4. Cambios en la Confederación Muiska y planes de Bochi.
Los defensores regresaron a la ciudad de Chunsak tras dejar a unos pocos guechas patrullando los alrededores, pues necesitaban comer y descansar.
Si bien las tropas del zipazgo estaban de buen humor y ansiaban una celebración por la victoria, las tropas del zacazgo, a pesar de haber salvado su capital, estaban diezmadas y su líder había muerto en batalla por lo que regresaban a su ciudad con enorme tristeza y el ánimo decaído.
Nemekene se aproximó a Bochi, que parecía estar cansada pero contenta por haber obtenido quince elfos heridos y ciento cincuenta y seis duendes, el zipa era muy consciente de que debían la victoria a la maga y sus tropas, y comprendía que las armas de acero que les había enseñado a hacer eran obviamente necesarias para contener al ejército invasor de Gloan, solo con armas y armaduras de madera y piedra habrían sido eliminados como lo habían sido la mayoría de las tropas del zacazgo.
—He visto tu espectacular tormenta de rayos —dijo el cacique.
—Sí, por eso pedí tanta plata hace unos meses, y bien cara que me la hicisteis pagar, armas y armaduras buenas, y eso que os enseñé a hacerlas —dijo Bochi sonriente.
—Pero no nos salen todavía tan bien como a vosotros, vuestros herreros llevan años de práctica y las hacen muy buenas.
—Son buenos profesionales mis herreros, y entre mis mercenarios orcos también hay buenos herreros, su gran fuerza les ayuda. —La reina maga hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.
—Cuando nos advertiste de que un inmenso ejército vendría no pensamos que fuese a ser tan grande y bien armado, al principio no queríamos relacionarnos contigo, pero fuiste muy amable enseñándonos algunas cosas y por suerte yo si que vi que podíamos colaborar, mi difunto aliado era más escéptico respecto a que necesitásemos tu ayuda pero lo ha pagado caro —dijo el zipa con tono serio.
—Muy cierto, no se tomó en serio la amenaza, ya solo viendo mi pequeño ejército debería haberme hecho caso, pero qué hombre, ni viendo a mis mercenarios se tomó en serio la amenaza de Gloan.
—Su muerte traerá inestabilidad a la Confederación, no sé cómo afrontar el asunto. Después de la celebración por la victoria pensaré en ello.
—Cierto, temo que la Confederación deba sufrir severos cambios —añadió Bochi—, quizá yo misma deba exigir más por ayudar a la región del zacazgo, o tú debas integrarla en tu territorio ahora que está sumamente debilitada y transformar la región en un reino.
—Mejor hablamos de eso tras la celebración —dijo el zipa mientras agitaba la cabeza desechando la idea de explicar que eso no gustaría demasiado.
En Chunsak los civiles observaron atentos a los que entraban, las caras largas eran lo que más se veía, solo algunas mujeres, ancianos o niños daban gritos de alegría cuando veían al marido, hijo o padre regresar a casa.
Los pocos nobles de zacazgo que habían sobrevivido se reunieron con Nemekene y Bochi, les agradecieron su apoyo en la defensa y explicaron que no pensaban hacer una celebración por la victoria pero les indicaron dónde estaban las despensas del zaque y que podían llevarse chicha, una bebida de maíz fermentado, y también comida, maíz envuelto en hojas, maíz tostado y varias zarigüeyas, dantas y pescados para su celebración.
Nemeke habló un poco con ellos y luego fueron hacia las despensas, allí algunos trabajadores les proveyeron bebida y comida que se llevaron a las afueras del pueblo.
Algunos, que ya se habían limpiado en el río, se pusieron a preparar las carnes o pescados mientras el resto se desnudaba para lavarse en el río, Bochi veía cómo todos se desnudaban y cuando Nemeke la invitó a seguirla al río no tuvo más remedio que hacerlo.
Después de comer y beber hasta hartarse, las tropas del zipazgo esperaron a que algunas mozas de Chunsak saliesen de la ciudad para unirse a la celebración en el río, y así fue.
Lo que Nemeke no esperaba es que Fagua, la hermana del difunto Akiminzake, fuese allí a buscarle con una propuesta de boda para unificar ambos cacicazgos en un nuevo reino.
Bochi escuchaba de lejos, no dejaba de hablar el idioma Muysccubun con un acento horrible, pero comprendía la mayor parte y lo que decía la mujer, cuyo nombre traducido era Estrella, le estaba gustando, era lo que ella esperaba.
Fagua se ofrecía como gui chyty, que significaba primera consorte, sabía que Nemekene todavía no se había casado ya que era bastante joven, y tras esta victoria seguro que conseguía varias mujeres, pero Fagua no quería ser una de las muchas tiguyes o esposas, quería ser la principal, con plena autoridad dentro del hogar y sobre los criados.
El zipa la estaba examinando bien, no del todo convencido de su atractivo, pero Bochi se aproximó y le propinó un codazo.
—El gran Zipa acepta humildemente el ofrecimiento.
—Sí, como dice la gran chamana, acepto el ofrecimiento con gusto —añadió Nemeke algo borracho.
—Me alegro por la boda, dejaré solor a los novios —dijo la maga.
Se alejó hacia donde estaban reunidos la mayoría de los mercenarios y algunos de sus soldados humanos que no se habían juntado a la celebración con los otros muiskas y tenían una más privada y con más ropa.
Bochi se aproximó a una zarigüeya que se estaba asando y arrancó un cacho que parecía ya preparado y comió. “Está mejor de lo que esperaba”, dijo para sí misma.
Preguntó por su hijo a Mornon, el jefe de los orcos, y este le dijo que se había ido a la celebración multicultural.
Bochi siguió comiendo y se aproximó al orco de dos metros treinta y tres centímetros.
—Bien peleada la batalla —le dijo mientras le daba unas palmadas en la espalda—, cuando os vayáis os llevaréis tanta plata y oro como os quepa en los barcos.
—Jefa, ya quieres echarnos, estamos contentos contigo, dudo que nos vayamos a ir, comemos bien, cobramos regularmente y es posible que fabriquemos algunos semiorcos con las nativas.
—Pobres mujeres —dijo Bochi—, qué parto más duro van a tener.
Mornon puso cara seria.
—No seas deprimente, jefa, es lo que peor llevamos de servirla como mercenarios.
—Bien, bien, haced lo que queráis, os necesito para matar a vuestros primos elfos.
—Sí —dijo Mornon—, y ellos nos perseguirán hasta matar hasta el último de nosotros, por eso es mejor tenerte cerca, eres una maga muy poderosa que nos ha hecho seguir vivos muchas veces aunque hayamos tenido bajas, sin unirnos a ti nos habrían masacrado sirviendo para algún otro reino que se enfrentó a Gloan, no quedó ni uno en el continente.
—Ah, el continente de Laspidan, mi reino de Tabodac, qué recuerdos.
—Bueno, el nuevo Tabodac no es tan grande pero va prosperando poco a poco.
—Eso espero, y tengo planeado que lo haga más, debemos conseguir aliarnos o someter a otras tribus de humanos para poder vengarnos de los elfos de Gloan.
—¿Y cómo piensa hacer eso, jefa?
—Pues con los muiskas hemos tenido suerte, el Nemeke no es tonto y sabe que nos necesitamos mutuamente, por eso les enseñé a hacer acero, pero para controlar al resto no quiero darles acero, les enseñaremos a fabricar bronce, hay mucho cobre pero les falta estaño, pero al sur debe haber estaño, por eso tendremos que potenciar el comercio mientras vamos incrementando territorios para Tabodac.
—Bien, pues habrá que ponerse manos a la obra tras la fiesta, jefa —dijo el orco hipermusculado, como lo eran todos.
Capítulo 5. Ampliando aliados o territorios.
Bochi y Nemekene se reunieron junto a sus asesores para planificar qué pasos darían y repartir misiones, los muiskas enviarían un emisario al noroeste para ponerse en contacto con los Zeknú, una de las potencias regionales, con un sistema de drenajes para controlar las inundaciones que les permitía tener grandes extensiones de cultivos, además poseían muchos yacimientos de oro y eran excelentes orfebres y alfareros, además eran relativamente pacíficos y comerciaban con otros pueblos.
Al estar al oeste de los Taikronas, los Zeknú corrían gran riesgo de ser invadidos por el reino de Gloan, que inicialmente les había ignorado para intentar liquidar a Bochikanafucha, adentrándose hasta el territorio muiska, pero tras la derrota en las afueras de Chunsak quizá intentasen los elfos una expansión más pausada y controlando todo con más calma, por eso ofrecerían una alianza.
Nemekene se quedó en Chunsak para organizar el recién formado reino Muiska y defenderlo por si volvían los Taikronas y los elfos.
A Aigor, asistido por el orco Mornon al que Bochi consideraba más fiable que su propio hijo pero que inspiraba desconfianza en los humanos de la región por lo que no podía dirigir la expedición, le encomendaron ir hacia el suroeste y que avanzase todo lo que pudiese.
Al principio no le fue mal, con dos traductores muiska y algunos soldados del nuevo reino Muiska partió al territorio de los Kimbaya, que tenían muchos caciques con doscientos hombres cada uno, se formaron en una coalición pero, al ver al ejército de Aigor con algunos orcos y gigantes, se rindieron sin presentar batalla, así consiguió la alianza Tabodac Muiska otro aliado más, que controlaba una región repleta de yacimientos de cobre y oro.
Lo peor de ese territorio de clima tropical templado fueron los mosquitos y sus enfermedades, por suerte los chamanes muiskas sabían cómo aliviar los síntomas de las enfermedades y el mago del reino de Tabodac que iba en la expedición había empezado a usar magia de viento para espantar a los mosquitos, aunque cuando se cansaba algún chaman debía reemplazarle para que descansase.
Luego continuó hasta el territorio de los Kolima y los Mukzoks con la misión de intentar que se volviesen aliados, pero sus líderes no quisieron firmar acuerdos con él, por ello que tuvo que usar las tropas humanas y orcas que llevaba consigo e ir capturando asentamiento por asentamiento.
Los Mukzoks, enemigos de los muiskas desde mucho tiempo atrás, eran los más brutales de esos territorios, pueblo muy belicoso, cuyas actividades giraban en torno a la guerra, deformaban su cráneo por medio de presión aplanándolo, por suerte sus pequeñas tribus eran gobernadas por ancianos o por algún jefe tribal que destacaba en la guerra pero que no llegaba ni a cacique.
El hecho de que los soldados de Aigor y los guerreros muiskas que iban con él tuviesen armas de acero hizo que la campaña contra los Kolima y los Mukzoks fuese tremendamente sencilla. Sin contar con la ayuda de orcos y gigantes.
El terreno formado por colinas, con abundante agua y un clima templado también fue en parte beneficioso para la campaña militar.
Solo sufrieron algunas decenas de heridos y dos muertos durante los ocho meses que tardaron en someter el territorio, ya que a medida que pequeños ejércitos kolima o tribus Mukzok eran vencidos algunos habitantes de ese territorio acudían a rendirse a donde estaba en ese momento el ejército de Aigor.
Pero en ese clima más suave insistían los molestos mosquitos y había más enfermos que heridos en acciones de combate, a pesar del esfuerzo del mago y los chamanes con su magia de viento repelente de mosquitos, cuando estaban demasiado cansados por haber tenido alguna batalla y no les quedaban energía para espantar a los mosquitos, estos aprovechaban y picaban al gusto.
Había muchas terrazas agrícolas y numeroso ganado que cuidaban las mujeres y que Aigor y sus hombres iban añadiendo al ejército para que no tuviese escasez de alimento.
Los suelos de origen volcánico y la irrigación del valle del Cauca, donde estaba su capital y presentaron una muy cutre batalla final, hacía que la zona fuese muy fértil y allí cultivaban maíz y fríjol. Todo se complementaba con espesos bosques para la cacería.
Finalmente, en su trayecto hacia el sureste se toparon con Tumako, un pequeño imperio con dos grandes asentamientos principales, hacían montículos artificiales de tierra llamados tolas que los trauductores muiskas no supieron explicar con qué fin eran levantados.
Controlaban dos islas además de los territorios en tierra, además de la pesca habían desarrollado una agricultura muy próspera y su capital, que tenía cinco mil habitantes, comerciaba con conchas, piedras preciosas, cerámica y alimentos.
El emperador no puso objeciones en aliarse con Aigor, sobre todo al ver a Mornon situado al lado de este en las negociaciones, el emperador haría de intermediario con el gran imperio Vinca para la obtención de estaño, necesario para fabricar bronce, daría derechos de comercio especiales y un pequeño tributo. Mornon le dijo a Aigor que aceptase, que era más interesante obtener el estaño que tratar de exprimir al imperio Tumako.
Por otra parte, el segundo ejército al mando de Bochi partió hacia el sur al territorio de los Pankes y allí fue recibido por la cacica Julimaa, que con el beneplácito del consejo tribal, Acaimas, la retó a un duelo mágico para evitar una guerra directa, Bochi aceptó y se puso en guardia.
Julimaa hizo crecer del suelo unas raíces que se dirigían hacia Bochi que con un rápido fuego las quemó ante la asustada mirada de la cacica, que pese a ello insistió en su ataque lanzando unas piedras aceleradas con magia que Bochi desvió con viento mágico.
La lideresa de los Pankes sacó una daga de obsidiana de su funda y comenzó a correr hacia Bochi que desenvainó su espada y golpeó con rapidez el arma de su rival partiéndola en pedazos, luego ambas intentaron lanzarse lejos con magia de viento pero la de Bochi fue mucho más poderosa y envió a Julimaa a varios metros aterrizando con un estrepitoso golpe contra un árbol.
La maga blanca se impulsó a si misma con magia de viento y con la espada descargó un golpe cerca de donde estaba vertida la cacica de los Pankes, esta medio aturdida vio cómo la espada se enterraba a escaso centímetros de su cara, que estaba pálida, luego Bochi recogió la espada y la metió en su vaina y se fue dando el duelo por finalizado.
Los Pankes ahora eran un pueblo aliado del reino de Tabodac y le pagarían tributo anual en metales, especialmente oro y plata que eran muy abundantes entre los Pankes, y alimentos, además de enviar veinte mil soldados para apoyar a la reina Bochi y sus aliados los muiskas.
Gracias a la rápida resolución de la alianza con los Pankes Bochi puso rápidamente rumbo hacia el sur ya que quería al final toparse con la tribu de los Tikunas, que decían los rumores que estaban aliados con los Delfiti, una especie de hombres delfín.
En las fortalezas defensivas de los Pankes de Anolaima y Bituima, en terrenos escarpados y de difícil acceso, pudieron aprovisionarse bien y añadir algunos soldados más a la expedición, entre ellos había cerbataneros y arqueros que usaban mezclas de venenos de Serpientes, arañas y alacranes para envenenar las flechas y los dardos.
La piel de los pankes que se iban uniendo al ejército era cobriza, andaban desnudos, con zarcillos en orejas y narices, en cuello y cintura llevaban sartas de colores y en su cabeza plumas de colores.
Iban repletos de adornos de oro en cuello, frente, brazos, muslos y pantorrillas.
Además tenían las cabezas con forma de pirámide, ya que cuando eran niños les colocaban tablas en la parte posterior y anterior de la cabeza para que adquiriese el cráneo esa forma.
Quitando las dos fortalezas defensivas normalmente la población estaba en rancheríos dispersos que dependían de uno principal situado en una zona elevada de difícil acceso y con un único camino de entrada, en el vivía algún jefe político menor, que obedeciendo a Julimaa proveía de alimentos al ejército en movimiento.
Bochi observaba como cada rancho principal tenía profundos fosos en cuyo fondo había púas que Julimaa le indicó que estaban envenenadas, y Bochi se alegró de que con un simple duelo mágico se hubiese aliado con ellos, no pensaba que fuese imposible conquistarles, pero habría dado más disgustos que alegrías.
Además, esos ranchos principales estaban adornados con cráneos de sus enemigos, lo que daba un aspecto algo curioso a los edificios. Según los traductores muiskas que iban con Bochi los Pankes practicaban el canibalismo y que bebían sangre en el campo de batalla, la mujer prefirió no pensar en ello.
Julimaa le explicó que la actividad principal de los Pankes era la guerra y que adoraban la fuerza de la naturaleza y, ante todo, las aguas, las montañas, el monte, el sol y la luna, por eso la chamana tuvo miedo del fuego de Bochi, para los Pankes destruir la naturaleza era algo prohibido.
Dado que el clima iba calentándose Bochi tuvo la idea de subirse encima de uno de sus gigantes de siete metros de altura y desde ahí usaba magia engelante para soltar una niebla fría que ahuyentaba a los mosquitos ante el asombro de los muikas y pankes que iban con ella.
Finalmente, salieron del territorio de los Pankes y llegaron al territorio de los Lavapatas, allí había muchas ruinas, con un sistema de canales sobre piedras talladas con figuras humanas, de anfibios y de reptiles, también había una inmensa necrópolis y un bosque con treinta y cinco estatuas funerarias.
Bochi supuso que allí hubo una gran civilización pero era obvio que había pasado su momento de máximo espledor.
El jefe de los Lavapatas salió a recibirles, habían tenido una guerra civil hacía poco y estaban pasando por una hambruna, así que ofrecieron integrarse al reino de Tabodac si les salvaba de morir de hambre.
Bochi no tuvo la más mínima duda y aceptó la oferta, con ayuda de sus magos no tardaron en dar caza a numerosos animales y dejaron carne de sobra para las gentes de su nuevo territorio, al que había visto grandes posibilidades de crecimiento gracias a que ya tenía un sistema canales para transportar el agua.
Bochi y Julimaa continuaron hacia el sur hasta llegar al territorio de los Tikunas, allí los de la tribu eran esquivos e iban con la piel pintada de negro, que como le explicó Julimaa esa pintura era obtenida del fruto del árbol huito.
La región era muy cálida y todos agradecían la magia de frío de Bochi, y gracias a los gigantes tenían buena visión de hacia donde se escapaban los tikunas y tras seguirlos un buen rato llegaron hasta algunos pueblos formados por grandes casas comunales en forma oval.
Los asentamientos decepcionaron enormemente a Bochi, que esperaba otra cosa, pero en su capital, Riñona, se dio cuenta desde su posición elevada en el hombro del gigante cómo un hombre con sombrero de copa y muy alto, de dos metros setenta, más que los orcos aunque ni de cerca igual de musculoso, se lanzaba al río.
La maga saltó del gigante y con magia de viento se lanzó hacia el río, antes de entrar al agua creó una burbuja de aire grande y se la colocó alrededor de su cabeza para poder seguir respirando bajo el agua y siguió gracias a su magia de aceleración al hombre que se había transformado en un delfín rosado.
Se quedó atónita al ver Ticiale la inmensa ciudad subterránea de los hombres delfín Delfiti.
Capítulo 1. El zipa Nemekene, el zaque Akiminzake y el inicio de la batalla.
La Confederación Muiska estaba en peligro; un ejército muy numeroso de elfos del reino Gloan, apoyado por la tribu de los Taikronas estaba a las puertas de Chunsak, la capital de los dominios del zaque Akiminzake.
Desde Teyunak, la capital de los Taikronas, cerca de la costa, pero a entre novecientos y mil trescientos metros de altitud, los elfos aprovisionados habían ascendido hacia el sur en una rápida campaña militar, como ya advirtió la gran benefactora del pueblo Muiska, Bochicafucha, una extranjera de piel blanca y ojos azules.
Los gobernantes supremos de la confederación Muiska, cuyos títulos eran zipa y zaque, estaban reunidos para preparar la inminente batalla; Akiminzake agradeció a Nemekene que hubiese traído cuarenta mil Guechas, el nombre que tenían los guerreros de la Confederación Muiska, desde su zipazgo, ambos caciques iban adornados con joyería de oro, como era costumbre, pero Nemekene había tenido la astucia de usar armadura y armas de acero como les había enseñado Bochikanafucha.
Akiminzake no se acababa de fiar de la mujer a la que llamaba bruja blanca, por eso llevaba su garrote macana de madera sin reforzar con acero, y la mayoría de sus soldados igual, seguían fieles a sus costumbres y no apreciaban las armas mejoradas, su encrespado penacho con plumas de loro contrastaba con el casco de acero de Nemekene, que apenas llevaba dos plumas rojas y una turquesa.
Akiminzake miraba la extraña coraza y los brazaletes de acero del zipa; sí llevaban unas esmeraldas engarzadas, pero era obvio que su aliado estaba totalmente influenciado por la bruja blanca. Miraba con desdén a Nemekene y le preguntó por las exóticas tropas que Bochicanafucha había traído y que estaban ubicadas en el flanco izquierdo.
—Son sus súbditos humanos y sus mercenarios traídos de allende los mares, orcos piel verde y gigantes —dijo el zipa sonriendo.
—Extrañas tropas trae la bruja, y solo desgracias, se adueñó de un terreno donde fundó una Uta a cambio de enseñarnos cuatro cosas y no se pone bajo nuestro mando, sino que se mantiene como su propia jefa —dijo el zaque tras escupir.
—No te pongas así porque controle un pueblo y un pequeño territorio —replicó Nemekene—; además, solo perdimos un poco de terreno cada uno, y, aunque no te guste el acero, bien que usáis las mantas de algodón en tu zacazgo. ¿No te molestará porque es hembra?
—No, no es eso —dijo mintiendo el zaque—. No me gusta que no se respeten las costumbres.
—Espero que tus arqueros esclavos Pankes y Kolimas no te den problemas como la última vez —añadió Nemekene—. Bochikanafucha te advirtió que debías tratarlos mejor.
—Esos malvados y traicioneros…, si se hubiesen comportado con más valentía habría contenido a esos enormes elfos orejotas yo mismo.
—Los míos se están portando bastante bien —añadió—, y con las puntas de metal sus flechas son bastante dañinas, aunque los elfos, gracias a sus dos metros y veinte centímetros, tienen arqueros muy superiores a los nuestros —comentó el zipa con cara seria mientras se estaba carcajeando internamente—. Y son muy diestros manejando las lanzas que, añadido a sus largos brazos, nos ponen en gran desventaja. ¡Menos mal que nuestros chamanes al transformarse en pumas y jaguares y hacer veloces ataques a veces nos permiten abrir brecha en la falange élfica!
—Sí, esos orejotas son un peligro, y nuestra magia no es poderosa como la de la bruja blanca y sus otros brujos; además, nuestros chamanes deben buscar los huecos entre las armaduras del enemigo —dijo el zaque tras escuchar.
—Ellos prefieren que los llames magos —replicó el zipa.
—Me da igual —respondió Akiminzake—. Quizá mañana estemos muertos y no me importa cómo se llamasen o dejasen de llamar esos brujos; voy con mis lanceros y tú haz lo mismo, creo que se acerca el momento de luchar.
No se equivocaba el zaque, no tardaron en llover miles de flechas que los escudos de las tropas del zaque a duras penas contenían, mientras que los del zipa, de acero, paraban sin mucho problema.
Los chamanes de ambos usaban magia de viento para desviar algunas flechas o reducir la velocidad, pero tenían la orden de no gastar demasiada magia para poder transformarse llegado el momento y atacar en forma de animales.
Las falanges élficas avanzaban a paso lento pero constante, con enormes escudos e inmensas lanzas de seis metros, era una vista que atemorizaba a los Muiskas, no así las tropas Taikronas que no dejaban de ser parecidas a las suyas, más a las de Akiminzake, ya que los elfos no habían compartido el secreto de la metalurgia con sus aliados.
Cuando los escudos de las tropas del zacazgo se llenaban de flechas y pesaban tanto que los soldados no podían aguantar el peso, los soltaban, y entonces las flechas de los elfos diezmaban las tropas.
Nemekene se daba cuenta de lo que pasaba y de manera osada pidió a su tropas que avanzasen, debía hacer una distracción para que no cayese el ejército central de su aliado, así que su tropas en el flanco derecho avanzaron para tratar de llegar al combate cuerpo a cuerpo lo antes posible.
A su vez observó cómo en la zona donde estaba su benefactora se iba poniendo el cielo oscuro y se formaba una inmensa nube gris tirando a negra en algunas zonas. “Espero que sea lo que sea que esté haciendo la gran Bochikanafucha funcione”, pensó para sí mismo.
Sus arqueros empezaron a disparar a los elfos, que debido a su gran armadura no recibían apenas bajas, pero sí que empezaron a matar soldados Taikronas, que iban detrás de las falanges élficas. “Algo era algo”, pensó el zipa. Sospechaba que, si sus cerbanateros se aproximaban lo suficiente, algún dardo envenenado afectaría a los elfos, aunque según informes previos de los guerreros del zacazgo el veneno no afectaba demasiado a los elfos, muchos dardos debían golpear a un elfo para que muriese envenenado.
El choque de sus lanceros con los de la falange élfica fue tan malo como había calculado, los elfos golpeaban desde la distancia, y varias filas bien entrenadas podían golpear antes de que algún valiente guecha se consiguiese meter entre los escasos huecos y pudiese atacar, normalmente con penosos resultados.
Solo la superioridad numérica conseguía que las tropas del zipa aguantasen la posición, ya que podía sustituir las bajas rápidamente por otros soldados; además, algunos cerbanateros empezaban a colar algunos dardos que picaban en las escasas zonas que los elfos no llevaban protegidas por armaduras. En ese momento, los elfos abrieron la formación y dejaron que sus aliados Taikronas avanzasen y ocupasen la primera linea de combate.
Contra otros humanos sin armas de acero las tropas de Nemekene tenían ventaja, por eso estaban aplastando al enemigo y avanzando por ese flanco mientras los elfos de esa zona se retiraban ordenadamente, no les importaba perder aliados.
El zipa ni había arriesgado a sus chamanes, ese flanco lo estaba ganando.
Pero en el centro a Akiminzake no le iba nada bien, la mitad de sus lanceros había desaparecido, la mayoría de los supervivientes arqueros esclavos, también reducidos a menos de la mitad, habían huido de la batalla mientras el zaque les insultaba y amenazaba con ajustar cuentas algún día, por desgracia para él tuvo que olvidarse de ellos y pensar en cómo mantener la posición, su capital estaba en juego.
Sus chamanes transformados en jaguares o pumas conseguían a veces colarse entre las lanzas de la falange élfica y romper la formación, momentos que eran aprovechados por los lanceros del zaque que entraban en la brecha y mataban a algunos elfos por los flancos, pero no por la retaguardia, ya que allí se toparon con tropas de Taikronas, que hacían que la pelea se quedase estancada.
Los elfos se retiraron y sus arqueros dispararon contra las tropas humanas que se estaban enfrentando, a los elfos no les importaba que algunos aliados Taikronas muriesen si las flechas también mataban enemigos Muiskas.
Akiminzake estaba un poco aturdido por los acontecimientos, algunos de sus nobles le aconsejaron la retirada, pero él los apartó con su macana de madera y ordenó una carga con su escolta personal, al menos estaba seguro de poder acabar con los Taikronas que había frente a ellos y luego ya sopesaría si retirarse.
De reojo miraba a su flanco izquierdo, allí el cielo estaba muy oscuro. “Nada bueno traería la bruja blanca”, se dijo a sí mismo.
La carga fue brutal, la élite guerrera del zaque empezó a aplastar a los enemigos humanos, que no tuvieron más remedio que retroceder, pero mientras se retiraban no cesaba la lluvia de flechas de los arqueros Taikronas y lo que era peor, de los elfos, que tenían mejor vista, mayor alcance y superior puntería.
Akiminzake había destrozado a cuatro enemigos con su garrote de madera, pero, cuando las flechas empezaron a descender contra él y alzó su escudo, no pudo frenarlas todas; una se clavó en su pierna, la lluvia continuó hasta que el escudo pesaba tanto que su brazo adormecido tuvo que soltarlo, entonces el zaque desprotegido comenzó a recibir más y más flechas por todo su cuerpo y murió.
Capítulo 2. El elfo Tanibriagg.
El general elfo estaba sentado en una silla relativamente cómoda que portaban sus aliados humanos, había esperado a que el sol se pusiese en una posición adecuada para que sus rayos molestasen a sus enemigos y tras sorber lo poco que quedaba de su té ordenó que comenzara la batalla.
Tanibriagg no estaba contento con que su reino Gloan lo hubiese mandado a ese continente para obtener madera, metales, comida y otros recursos necesarios para el reino, pero, como no quería enfrentarse a la corona, no le quedó más remedio.
Como pertenecía a un reino menor que no seguía las tradiciones, podía aliarse con especies que los elfos consideraban inferiores, y, al llegar a las playas de los Taikronas, estos, resentidos con la reina Bochikanafucha, que no había querido enseñarles a construir barcos grandes, se aliaron con los elfos, que no les ofrecieron ninguna tecnología, pero eran más numerosos que los pocos supervivientes de la reina que había huido en barco con algunos de sus hombres y mercenarios orcos y gigantes
Los elfos habían prometido cazar a la humana que se permitía intentar negociar con los hombres de la tribu. Los Taikronas estaban resentidos con la humana y, dado el tamaño del ejército de Gloan, tampoco pudieron hacer otra cosa que aliarse en muy desventajosas condiciones.
El general veía desde la retaguardia cómo se desarrollaba la batalla: en el centro estaban destrozando a los enemigos, eso le complacía, pero los flancos no iban todo lo bien que a él le hubiese gustado. Su flanco izquierdo estaba siendo vencido por simples humanos, y en el derecho la poderosa maga Bochikanafucha y sus tropas estaban conteniendo a los prescindibles Taikronas que había enviado a ese flanco, y, además, estaba preparando algo, una enorme nube oscura crecía en el cielo.
Tanibriagg pensó que había que actuar por lo que se subió a su caballo de guerra y puso al animal en marcha hacia el flanco izquierdo, sus caballeros le seguían sin decir palabra, sabían que iban a frenar el avance de los guerreros muiskas.
Mientras pasaba frente al líder de los Taikronas, le ordenó que fuese con todas las tropas humanas que quedaban en retaguardia al otro flanco, que eliminase a la maga humana costase lo que costase, el hombrecillo asintió con la cabeza e hizo un gesto a los suyos para que le siguiesen.
El elfo no confiaba en que sus aliados fuesen a contener a la maga, pero al menos que le hiciesen gastar parte de su magia para cuando él regresase con su caballería pesada minimizar bajas.
Cuando Tanibriagg se aproximaba al flanco en el que Nemekene avanzaba, observó cómo sus guerreros elfos se retiraban con relativo orden, estos se apartaban rápido, luego empezó a toparse con las tropas de sus aliados humanos, que huían desorganizadamente y no todos lograban apartarse a tiempo, por lo que varios acabaron aplastados por los cascos de los corceles élficos, de gran tamaño.
La caballería portaba enormes lanzas de caballería, que derriban con facilidad a los enemigos humanos, la formación en cuña de la caballería estaba abriendo brechas en la defensa humana, y los soldados de infantería elfos, que sabían lo que iba a hacer su caballería, habían vuelto a ir hacia el frente tras reorganizarse, haciendo cambiar de dirección a los Taikronas que querían seguir huyendo.
Los Taikronas que seguían intentando huir eran destrozados por la falange élfica, por lo que la mayoría asumieron que debían cargar tras la caballería de sus aliados.
Algunos caballos fueron derribados por flechas o dardos envenenados de los defensores, pero la mayoría seguían destrozando las formaciones de lanceros muiskas, lo que hacía que los elfos hubiesen dado la vuelta a la situación en ese flanco y estuviesen venciendo ahora.
Pero algo hizo que el general elfo cambiase los planes, una enorme descarga de rayos empezó a caer desde las nubes oscuras que había encima del flanco derecho de su ejército. “Maldita maga humana, ni mis magos pueden hacer eso”, pensó,
Ordenó que se retirasen nuevamente y que enviasen señas y mensajeros para que el ejército que combatía en el centro se retirase también, debía salvar tantos elfos como pudiese en esa batalla, pues el control de la región que ya tenía era más importante que intentar hacerse con los terrenos de los muiskas, además había diezmado al ejército muiska, era poco probable que supusiesen una amenaza en el corto plazo.
Capítulo 3. Bochikanafucha gana la batalla.
La reina Bochikanafucha había llegado a esa batalla tras varios reveses, su reino había sido masacrado por el reino elfo de Gloan, que había enviado varios barcos tras su pista para terminar con ella y sus súbditos.
Tras semanas y semanas huyendo, dos de sus barcos consiguieron llegar a tierras que nadie de su reino o sus mercenarios conocían, allí se topó con unos humanos a los que intentó prevenir de una posible invasión del reino de Gloan, estos, los Taikrones, no le hicieron caso y, además, de no respetarla demasiado en las negociaciones, se obcecaron en pedir que les enseñase a construir barcos grandes.
Bochikanafucha, que había llegado a la playa con los barcos muy dañados, les prendió fuego nada más bajó de ellos, pero los habitantes locales habían visto los barcos y los querían.
La maga humana, sabiendo que no se entendería con esa tribu, decidió adentrarse tierra adentro y aunque al principio no había recibido ataques porque sus orcos y gigantes causaban temor entre los humanos de esas tierras, cuando se alejaba de su territorio los Taikronas les atacaron por sorpresa con sus arqueros, haciendo que la maga tuviese que desviar la mayoría de las flechas con magia de viento y después lanzar bolas de fuego para poder huir mientras su retaguardia quedaba protegida por el fuego y el humo.
Finalmente, se topó con los muiskas. Akiminzake la miraba con cierto desprecio, pero llamó al otro líder de la Confederación Muiska para hablar de asuntos comerciales con la mujer blanca.
El otro líder, Nemekene, era bastante más inteligente, comprendió que unos seres llamados elfos iban a llegar e intentar controlar toda la región, la mujer les ofrecía avances tecnológicos, les enseñó sus armas y armaduras de acero y sus ropas, y pedía unas pocas tierras a cambio y que se preparasen para luchar contra el invasor.
El zipa convenció a Akiminzake de la conveniencia de adquirir esas tecnologías, tras ver cómo las espadas y hachas destrozaban los garrotes de madera de los guerreros muiskas, y aunque este no estaba tan convencido permitió al otro líder que negociase con al mujer blanca.
Y el día que los elfos querían reclamar esas tierras había llegado, la mujer no se sorprendió que los traicioneros Taikronas se hubiesen aliado con los elfos, lo que sí sorprendió a la reina es que prácticamente solo tuviese a esos humanos en frente, ella esperaba a los elfos, pero el general enemigo estaba protegiendo a sus mejores soldados y apenas envió algunas tropas auxiliares de duendes, que eran elfos esclavizados durante generaciones por los propios elfos y que eran más bajos que estos, apenas dos metros, veinte centímetros menos que los elfos machos normales.
Su falange de mercenarios orcos no tuvo problemas en contener a los lanceros Taikronas, los arqueros enemigos no conseguían nada contra los enormes escudos de los orcos y en cambio algunos arqueros orcos y humanos de Bochikanafucha, que lanzaban flechas de metal, estaban causando bastante bajas entre los Taikronas.
La maga y varios de sus magos estaban haciendo crecer unas nubes y las alimentaban con electricidad, así estuvieron minutos y minutos protegidos por la falange orca.
A su vez otros magos estaban cargando unas grandes esferas/bolas/balas de plata con una carga opuesta a la que sus compañeros enviaban a la gran nube que formaban. Las esferas estaban sobre tres catapultas que tenía el ejército.
Cuando la maga supuso que ya habían cargado lo suficiente, la nube hizo una seña a sus gigantes que no tardaron en accionar las enormes catapultas lanzando las esferas de plata a gran altura y consiguiendo que la nube soltase andanadas de rayos que comenzaron a descender y electrocutar taikronas por cientos.
Además el estruendo generado por los truenos asustó mucho a los taikronas que viéndose diezmados por extraña magia entraron en pánico y huyeron en desbandada.
Bochikanafucha, tremendamente agotada, ordenó a sus tropas que esperasen unos pocos minutos a que la tormenta de rayos cesase y luego avanzasen mientras ella descansaba.
Sus soldados y mercenarios sabían lo que había que hacer, llevaban años combatiendo a Gloan y su jefa les había ordenador llegar hasta el campamento enemigo para hacer prisioneros y tomar las provisiones que hubiese.
Cuando la tormenta amainó, los orcos con las grandes zancadas, que sus dos metros veinte centímetros de altura les permitían dar, estaban dando caza a los taikronas en desbanda, por la espalda clavaban las lanzas en los traicioneros enemigos y continuaban avanzando.
Solo algunos duendes se habían reagrupado en una pequeña formación de cien peltastas, la infantería ligera auxiliar de Gloan, arrojaron sus jabalinas hacia los hoplitas orcos y luego sacaron sus espadas de las fundas.
Los orcos estaban a punto de aplastar a los duendes cuando el lugarteniente humano de Bochikanafucha, su hijo Aigor, dio el alto a los mercenarios y se adelantó a estos con su pequeño ejército humano, todos con armadura pesada, lanza, espada y escudo.
Aigor ofreció rendición a los duendes prometiendo que no matarían a ninguno y que serían mejor tratados que en Gloan.
Los duendes miraron escépticos al hombre, pero, cuando vieron uno de los últimos rayos descargar, tras el ruido del impacto y cuando pudieron volver a escucharse hicieron señas y gritaron que se rendían.
El hombre se puso contento, dejó a unos pocos soldados para que vigilasen a los prisioneros y continuó con el resto hacia el campamento enemigo.
Algunos taikronas se habían reorganizado y presentaban batalla, los orcos que habían partido todas las lanzas habían sacado sus espadas e iban golpeando con las enormes armas a los humanos que intentaban interponerse, ni cuando alzaban sus escudos evitaban los bestiales tajos que daban los orcos, ya que partían los escudos sin metal y entraban bien en los hombros de los pobres humanos o les dejaban sin brazos.
Los gigantes habían dejado las catapultas y avanzaban tras los orcos y barrían con garrotes reforzados de metal a los taikronas que trataban de organizar formaciones de lanceros.
Aigor observaba cómo los elfos habían abandonado el campamento y oteó en busca de carromatos, al divisarlos hizo señas a sus compañeros soldados o mercenarios, la prioridad eran las provisiones y capturar prisioneros duendes o elfos, y eso hicieron.
Aigor sabía por lo que le había contado su madre que a los duendes que iban a la guerra los esterilizaban castrando a los machos y con magia a las hembras, pero, como eran elfos desmejorados, vivirían poco menos de los cuatro mil años que vivían los elfos, por lo que eran esclavos de buen precio o sirvientes que durarían varias generaciones.
Su madre había pactado con los líderes muiskas que se quedaría con los duendes o elfos que capturasen en la batalla a cambio de participar en la pelea, no pidió nada más, y los muiskas aceptaron el trato.
Tras capturar los lentos carromatos dejaron que los enemigos que no fuesen duendes o elfos huyesen de allí por el camino que el ejército invasor había hecho talando árboles y despejando algunas rocas.
Los carromatos eran guiados por duendes, lo que permitió aumentar la cifra de prisioneros, Aigor pensó que su madre, Bochi era como la llamaba, estaría tremendamente satisfecha con el resultado de la batalla.
Capítulo 4. Cambios en la Confederación Muiska y planes de Bochi.
Los defensores regresaron a la ciudad de Chunsak tras dejar a unos pocos guechas patrullando los alrededores, pues necesitaban comer y descansar.
Si bien las tropas del zipazgo estaban de buen humor y ansiaban una celebración por la victoria, las tropas del zacazgo, a pesar de haber salvado su capital, estaban diezmadas y su líder había muerto en batalla por lo que regresaban a su ciudad con enorme tristeza y el ánimo decaído.
Nemekene se aproximó a Bochi, que parecía estar cansada pero contenta por haber obtenido quince elfos heridos y ciento cincuenta y seis duendes, el zipa era muy consciente de que debían la victoria a la maga y sus tropas, y comprendía que las armas de acero que les había enseñado a hacer eran obviamente necesarias para contener al ejército invasor de Gloan, solo con armas y armaduras de madera y piedra habrían sido eliminados como lo habían sido la mayoría de las tropas del zacazgo.
—He visto tu espectacular tormenta de rayos —dijo el cacique.
—Sí, por eso pedí tanta plata hace unos meses, y bien cara que me la hicisteis pagar, armas y armaduras buenas, y eso que os enseñé a hacerlas —dijo Bochi sonriente.
—Pero no nos salen todavía tan bien como a vosotros, vuestros herreros llevan años de práctica y las hacen muy buenas.
—Son buenos profesionales mis herreros, y entre mis mercenarios orcos también hay buenos herreros, su gran fuerza les ayuda. —La reina maga hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.
—Cuando nos advertiste de que un inmenso ejército vendría no pensamos que fuese a ser tan grande y bien armado, al principio no queríamos relacionarnos contigo, pero fuiste muy amable enseñándonos algunas cosas y por suerte yo si que vi que podíamos colaborar, mi difunto aliado era más escéptico respecto a que necesitásemos tu ayuda pero lo ha pagado caro —dijo el zipa con tono serio.
—Muy cierto, no se tomó en serio la amenaza, ya solo viendo mi pequeño ejército debería haberme hecho caso, pero qué hombre, ni viendo a mis mercenarios se tomó en serio la amenaza de Gloan.
—Su muerte traerá inestabilidad a la Confederación, no sé cómo afrontar el asunto. Después de la celebración por la victoria pensaré en ello.
—Cierto, temo que la Confederación deba sufrir severos cambios —añadió Bochi—, quizá yo misma deba exigir más por ayudar a la región del zacazgo, o tú debas integrarla en tu territorio ahora que está sumamente debilitada y transformar la región en un reino.
—Mejor hablamos de eso tras la celebración —dijo el zipa mientras agitaba la cabeza desechando la idea de explicar que eso no gustaría demasiado.
En Chunsak los civiles observaron atentos a los que entraban, las caras largas eran lo que más se veía, solo algunas mujeres, ancianos o niños daban gritos de alegría cuando veían al marido, hijo o padre regresar a casa.
Los pocos nobles de zacazgo que habían sobrevivido se reunieron con Nemekene y Bochi, les agradecieron su apoyo en la defensa y explicaron que no pensaban hacer una celebración por la victoria pero les indicaron dónde estaban las despensas del zaque y que podían llevarse chicha, una bebida de maíz fermentado, y también comida, maíz envuelto en hojas, maíz tostado y varias zarigüeyas, dantas y pescados para su celebración.
Nemeke habló un poco con ellos y luego fueron hacia las despensas, allí algunos trabajadores les proveyeron bebida y comida que se llevaron a las afueras del pueblo.
Algunos, que ya se habían limpiado en el río, se pusieron a preparar las carnes o pescados mientras el resto se desnudaba para lavarse en el río, Bochi veía cómo todos se desnudaban y cuando Nemeke la invitó a seguirla al río no tuvo más remedio que hacerlo.
Después de comer y beber hasta hartarse, las tropas del zipazgo esperaron a que algunas mozas de Chunsak saliesen de la ciudad para unirse a la celebración en el río, y así fue.
Lo que Nemeke no esperaba es que Fagua, la hermana del difunto Akiminzake, fuese allí a buscarle con una propuesta de boda para unificar ambos cacicazgos en un nuevo reino.
Bochi escuchaba de lejos, no dejaba de hablar el idioma Muysccubun con un acento horrible, pero comprendía la mayor parte y lo que decía la mujer, cuyo nombre traducido era Estrella, le estaba gustando, era lo que ella esperaba.
Fagua se ofrecía como gui chyty, que significaba primera consorte, sabía que Nemekene todavía no se había casado ya que era bastante joven, y tras esta victoria seguro que conseguía varias mujeres, pero Fagua no quería ser una de las muchas tiguyes o esposas, quería ser la principal, con plena autoridad dentro del hogar y sobre los criados.
El zipa la estaba examinando bien, no del todo convencido de su atractivo, pero Bochi se aproximó y le propinó un codazo.
—El gran Zipa acepta humildemente el ofrecimiento.
—Sí, como dice la gran chamana, acepto el ofrecimiento con gusto —añadió Nemeke algo borracho.
—Me alegro por la boda, dejaré solor a los novios —dijo la maga.
Se alejó hacia donde estaban reunidos la mayoría de los mercenarios y algunos de sus soldados humanos que no se habían juntado a la celebración con los otros muiskas y tenían una más privada y con más ropa.
Bochi se aproximó a una zarigüeya que se estaba asando y arrancó un cacho que parecía ya preparado y comió. “Está mejor de lo que esperaba”, dijo para sí misma.
Preguntó por su hijo a Mornon, el jefe de los orcos, y este le dijo que se había ido a la celebración multicultural.
Bochi siguió comiendo y se aproximó al orco de dos metros treinta y tres centímetros.
—Bien peleada la batalla —le dijo mientras le daba unas palmadas en la espalda—, cuando os vayáis os llevaréis tanta plata y oro como os quepa en los barcos.
—Jefa, ya quieres echarnos, estamos contentos contigo, dudo que nos vayamos a ir, comemos bien, cobramos regularmente y es posible que fabriquemos algunos semiorcos con las nativas.
—Pobres mujeres —dijo Bochi—, qué parto más duro van a tener.
Mornon puso cara seria.
—No seas deprimente, jefa, es lo que peor llevamos de servirla como mercenarios.
—Bien, bien, haced lo que queráis, os necesito para matar a vuestros primos elfos.
—Sí —dijo Mornon—, y ellos nos perseguirán hasta matar hasta el último de nosotros, por eso es mejor tenerte cerca, eres una maga muy poderosa que nos ha hecho seguir vivos muchas veces aunque hayamos tenido bajas, sin unirnos a ti nos habrían masacrado sirviendo para algún otro reino que se enfrentó a Gloan, no quedó ni uno en el continente.
—Ah, el continente de Laspidan, mi reino de Tabodac, qué recuerdos.
—Bueno, el nuevo Tabodac no es tan grande pero va prosperando poco a poco.
—Eso espero, y tengo planeado que lo haga más, debemos conseguir aliarnos o someter a otras tribus de humanos para poder vengarnos de los elfos de Gloan.
—¿Y cómo piensa hacer eso, jefa?
—Pues con los muiskas hemos tenido suerte, el Nemeke no es tonto y sabe que nos necesitamos mutuamente, por eso les enseñé a hacer acero, pero para controlar al resto no quiero darles acero, les enseñaremos a fabricar bronce, hay mucho cobre pero les falta estaño, pero al sur debe haber estaño, por eso tendremos que potenciar el comercio mientras vamos incrementando territorios para Tabodac.
—Bien, pues habrá que ponerse manos a la obra tras la fiesta, jefa —dijo el orco hipermusculado, como lo eran todos.
Capítulo 5. Ampliando aliados o territorios.
Bochi y Nemekene se reunieron junto a sus asesores para planificar qué pasos darían y repartir misiones, los muiskas enviarían un emisario al noroeste para ponerse en contacto con los Zeknú, una de las potencias regionales, con un sistema de drenajes para controlar las inundaciones que les permitía tener grandes extensiones de cultivos, además poseían muchos yacimientos de oro y eran excelentes orfebres y alfareros, además eran relativamente pacíficos y comerciaban con otros pueblos.
Al estar al oeste de los Taikronas, los Zeknú corrían gran riesgo de ser invadidos por el reino de Gloan, que inicialmente les había ignorado para intentar liquidar a Bochikanafucha, adentrándose hasta el territorio muiska, pero tras la derrota en las afueras de Chunsak quizá intentasen los elfos una expansión más pausada y controlando todo con más calma, por eso ofrecerían una alianza.
Nemekene se quedó en Chunsak para organizar el recién formado reino Muiska y defenderlo por si volvían los Taikronas y los elfos.
A Aigor, asistido por el orco Mornon al que Bochi consideraba más fiable que su propio hijo pero que inspiraba desconfianza en los humanos de la región por lo que no podía dirigir la expedición, le encomendaron ir hacia el suroeste y que avanzase todo lo que pudiese.
Al principio no le fue mal, con dos traductores muiska y algunos soldados del nuevo reino Muiska partió al territorio de los Kimbaya, que tenían muchos caciques con doscientos hombres cada uno, se formaron en una coalición pero, al ver al ejército de Aigor con algunos orcos y gigantes, se rindieron sin presentar batalla, así consiguió la alianza Tabodac Muiska otro aliado más, que controlaba una región repleta de yacimientos de cobre y oro.
Lo peor de ese territorio de clima tropical templado fueron los mosquitos y sus enfermedades, por suerte los chamanes muiskas sabían cómo aliviar los síntomas de las enfermedades y el mago del reino de Tabodac que iba en la expedición había empezado a usar magia de viento para espantar a los mosquitos, aunque cuando se cansaba algún chaman debía reemplazarle para que descansase.
Luego continuó hasta el territorio de los Kolima y los Mukzoks con la misión de intentar que se volviesen aliados, pero sus líderes no quisieron firmar acuerdos con él, por ello que tuvo que usar las tropas humanas y orcas que llevaba consigo e ir capturando asentamiento por asentamiento.
Los Mukzoks, enemigos de los muiskas desde mucho tiempo atrás, eran los más brutales de esos territorios, pueblo muy belicoso, cuyas actividades giraban en torno a la guerra, deformaban su cráneo por medio de presión aplanándolo, por suerte sus pequeñas tribus eran gobernadas por ancianos o por algún jefe tribal que destacaba en la guerra pero que no llegaba ni a cacique.
El hecho de que los soldados de Aigor y los guerreros muiskas que iban con él tuviesen armas de acero hizo que la campaña contra los Kolima y los Mukzoks fuese tremendamente sencilla. Sin contar con la ayuda de orcos y gigantes.
El terreno formado por colinas, con abundante agua y un clima templado también fue en parte beneficioso para la campaña militar.
Solo sufrieron algunas decenas de heridos y dos muertos durante los ocho meses que tardaron en someter el territorio, ya que a medida que pequeños ejércitos kolima o tribus Mukzok eran vencidos algunos habitantes de ese territorio acudían a rendirse a donde estaba en ese momento el ejército de Aigor.
Pero en ese clima más suave insistían los molestos mosquitos y había más enfermos que heridos en acciones de combate, a pesar del esfuerzo del mago y los chamanes con su magia de viento repelente de mosquitos, cuando estaban demasiado cansados por haber tenido alguna batalla y no les quedaban energía para espantar a los mosquitos, estos aprovechaban y picaban al gusto.
Había muchas terrazas agrícolas y numeroso ganado que cuidaban las mujeres y que Aigor y sus hombres iban añadiendo al ejército para que no tuviese escasez de alimento.
Los suelos de origen volcánico y la irrigación del valle del Cauca, donde estaba su capital y presentaron una muy cutre batalla final, hacía que la zona fuese muy fértil y allí cultivaban maíz y fríjol. Todo se complementaba con espesos bosques para la cacería.
Finalmente, en su trayecto hacia el sureste se toparon con Tumako, un pequeño imperio con dos grandes asentamientos principales, hacían montículos artificiales de tierra llamados tolas que los trauductores muiskas no supieron explicar con qué fin eran levantados.
Controlaban dos islas además de los territorios en tierra, además de la pesca habían desarrollado una agricultura muy próspera y su capital, que tenía cinco mil habitantes, comerciaba con conchas, piedras preciosas, cerámica y alimentos.
El emperador no puso objeciones en aliarse con Aigor, sobre todo al ver a Mornon situado al lado de este en las negociaciones, el emperador haría de intermediario con el gran imperio Vinca para la obtención de estaño, necesario para fabricar bronce, daría derechos de comercio especiales y un pequeño tributo. Mornon le dijo a Aigor que aceptase, que era más interesante obtener el estaño que tratar de exprimir al imperio Tumako.
Por otra parte, el segundo ejército al mando de Bochi partió hacia el sur al territorio de los Pankes y allí fue recibido por la cacica Julimaa, que con el beneplácito del consejo tribal, Acaimas, la retó a un duelo mágico para evitar una guerra directa, Bochi aceptó y se puso en guardia.
Julimaa hizo crecer del suelo unas raíces que se dirigían hacia Bochi que con un rápido fuego las quemó ante la asustada mirada de la cacica, que pese a ello insistió en su ataque lanzando unas piedras aceleradas con magia que Bochi desvió con viento mágico.
La lideresa de los Pankes sacó una daga de obsidiana de su funda y comenzó a correr hacia Bochi que desenvainó su espada y golpeó con rapidez el arma de su rival partiéndola en pedazos, luego ambas intentaron lanzarse lejos con magia de viento pero la de Bochi fue mucho más poderosa y envió a Julimaa a varios metros aterrizando con un estrepitoso golpe contra un árbol.
La maga blanca se impulsó a si misma con magia de viento y con la espada descargó un golpe cerca de donde estaba vertida la cacica de los Pankes, esta medio aturdida vio cómo la espada se enterraba a escaso centímetros de su cara, que estaba pálida, luego Bochi recogió la espada y la metió en su vaina y se fue dando el duelo por finalizado.
Los Pankes ahora eran un pueblo aliado del reino de Tabodac y le pagarían tributo anual en metales, especialmente oro y plata que eran muy abundantes entre los Pankes, y alimentos, además de enviar veinte mil soldados para apoyar a la reina Bochi y sus aliados los muiskas.
Gracias a la rápida resolución de la alianza con los Pankes Bochi puso rápidamente rumbo hacia el sur ya que quería al final toparse con la tribu de los Tikunas, que decían los rumores que estaban aliados con los Delfiti, una especie de hombres delfín.
En las fortalezas defensivas de los Pankes de Anolaima y Bituima, en terrenos escarpados y de difícil acceso, pudieron aprovisionarse bien y añadir algunos soldados más a la expedición, entre ellos había cerbataneros y arqueros que usaban mezclas de venenos de Serpientes, arañas y alacranes para envenenar las flechas y los dardos.
La piel de los pankes que se iban uniendo al ejército era cobriza, andaban desnudos, con zarcillos en orejas y narices, en cuello y cintura llevaban sartas de colores y en su cabeza plumas de colores.
Iban repletos de adornos de oro en cuello, frente, brazos, muslos y pantorrillas.
Además tenían las cabezas con forma de pirámide, ya que cuando eran niños les colocaban tablas en la parte posterior y anterior de la cabeza para que adquiriese el cráneo esa forma.
Quitando las dos fortalezas defensivas normalmente la población estaba en rancheríos dispersos que dependían de uno principal situado en una zona elevada de difícil acceso y con un único camino de entrada, en el vivía algún jefe político menor, que obedeciendo a Julimaa proveía de alimentos al ejército en movimiento.
Bochi observaba como cada rancho principal tenía profundos fosos en cuyo fondo había púas que Julimaa le indicó que estaban envenenadas, y Bochi se alegró de que con un simple duelo mágico se hubiese aliado con ellos, no pensaba que fuese imposible conquistarles, pero habría dado más disgustos que alegrías.
Además, esos ranchos principales estaban adornados con cráneos de sus enemigos, lo que daba un aspecto algo curioso a los edificios. Según los traductores muiskas que iban con Bochi los Pankes practicaban el canibalismo y que bebían sangre en el campo de batalla, la mujer prefirió no pensar en ello.
Julimaa le explicó que la actividad principal de los Pankes era la guerra y que adoraban la fuerza de la naturaleza y, ante todo, las aguas, las montañas, el monte, el sol y la luna, por eso la chamana tuvo miedo del fuego de Bochi, para los Pankes destruir la naturaleza era algo prohibido.
Dado que el clima iba calentándose Bochi tuvo la idea de subirse encima de uno de sus gigantes de siete metros de altura y desde ahí usaba magia engelante para soltar una niebla fría que ahuyentaba a los mosquitos ante el asombro de los muikas y pankes que iban con ella.
Finalmente, salieron del territorio de los Pankes y llegaron al territorio de los Lavapatas, allí había muchas ruinas, con un sistema de canales sobre piedras talladas con figuras humanas, de anfibios y de reptiles, también había una inmensa necrópolis y un bosque con treinta y cinco estatuas funerarias.
Bochi supuso que allí hubo una gran civilización pero era obvio que había pasado su momento de máximo espledor.
El jefe de los Lavapatas salió a recibirles, habían tenido una guerra civil hacía poco y estaban pasando por una hambruna, así que ofrecieron integrarse al reino de Tabodac si les salvaba de morir de hambre.
Bochi no tuvo la más mínima duda y aceptó la oferta, con ayuda de sus magos no tardaron en dar caza a numerosos animales y dejaron carne de sobra para las gentes de su nuevo territorio, al que había visto grandes posibilidades de crecimiento gracias a que ya tenía un sistema canales para transportar el agua.
Bochi y Julimaa continuaron hacia el sur hasta llegar al territorio de los Tikunas, allí los de la tribu eran esquivos e iban con la piel pintada de negro, que como le explicó Julimaa esa pintura era obtenida del fruto del árbol huito.
La región era muy cálida y todos agradecían la magia de frío de Bochi, y gracias a los gigantes tenían buena visión de hacia donde se escapaban los tikunas y tras seguirlos un buen rato llegaron hasta algunos pueblos formados por grandes casas comunales en forma oval.
Los asentamientos decepcionaron enormemente a Bochi, que esperaba otra cosa, pero en su capital, Riñona, se dio cuenta desde su posición elevada en el hombro del gigante cómo un hombre con sombrero de copa y muy alto, de dos metros setenta, más que los orcos aunque ni de cerca igual de musculoso, se lanzaba al río.
La maga saltó del gigante y con magia de viento se lanzó hacia el río, antes de entrar al agua creó una burbuja de aire grande y se la colocó alrededor de su cabeza para poder seguir respirando bajo el agua y siguió gracias a su magia de aceleración al hombre que se había transformado en un delfín rosado.
Se quedó atónita al ver Ticiale la inmensa ciudad subterránea de los hombres delfín Delfiti.