Mago
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La verdad, nunca me habían preguntado por la nariz de mis personajes… ¡y eso que dibujo muchas! Me da un poco de risa porque temo que la respuesta no sea tan emocionante como parece, pero ahí va.
Cuando dibujo, pienso a mis personajes como figuras o muñecos, más que personas reales. Como si fueran juguetes con vida propia. En ese universo, los rasgos como el pelo, los ojos o la nariz se vuelven más marcados, casi como si fueran piezas intercambiables o parte de un disfraz.
La nariz —junto con las mejillas— la suelo pintar con un color más rojizo, como esas muñecas antiguas que parecían tener siempre un poco de rubor. Antes eso se hacía para que se vieran más tiernas, más cercanas. De alguna forma, tener la nariz coloradita era sinónimo de ternura o simpatía. Y además, en la vida real, la nariz se enrojece fácil porque los vasos sanguíneos están muy cerca de la piel. Eso también me gusta, porque lo asocio a la emoción, a la calidez, a lo humano.
Me gusta que mis personajes se vean amables.