El tiempo que se nos permita olvidarlo

Hace bastante que no tengo ganas de seguir, pero es increíble todo lo que te puede motivar un par de palabras, un gesto, y el olor de una persona. Tenerla cerca y sentirla, sentir como todo se te olvida, como en un interminable deseo terminas por ceder y se apodera de ti.

Es extraño pensar en las incansables veces que esperaste este momento, el momento para olvidarte de tu existencia, de conectar neuronas que parecían extintas, y liberar incansables cantidades de oxitocina, que lentamente te dopan para petrificar parte de tus músculos, parte de tu capacidad para razonar.

Se había cortado el pelo, y lo extrañaba, parte de él era interminable, pero ahora, apenas pasaban sus hombros. Estaba más loco, más despeinado, estaba más cerca de mí, y en vez de admirarlo, ahora podía sentirlo. Las cosquillas que me hacía solo duraron un momento, mientras pasaba para sentarse en mi cama.

Allí, como ya lo había hecho un par de veces, se desparramó su falda, y con la delicadeza que la caracterizaba levantó una pierna, parecía cómoda. Creo que espera que haga lo mismo, que yo me acerque. No dijo una palabra. Pero lo sé, quiere que me olvide del mundo, que disfrute de la confianza, y que por sobre todo, olvide de lo que existe, por lo menos, el tiempo que se nos permita olvidarlo. 

Sobre el autor